Precariedad laboral y pobreza: el creciente fenómeno del trabajador pobre

Por Roxana Maurizio* y Tomás Álvarez Kuhnle**

En general, se asocia la incidencia de la pobreza o indigencia con la existencia de desempleo o, más en general, con la falta de empleo. Sin embargo, existe otra causa importante de la insuficiente generación de ingresos en relación con el valor de la canasta básica alimentaria y no alimentaria. Nos referimos aquí al fenómeno del trabajador pobre.

Existen, al menos, dos formas de medirlo. La primera de ellas toma como unidad de análisis al hogar y considera todas las fuentes de ingresos que el mismo percibe. Bajo este enfoque un trabajador es pobre si vive en un hogar cuyos ingresos totales son inferiores al valor de la línea de pobreza familiar, aun cuando sus ingresos personales resulten suficientes para cubrir sus propias necesidades básicas. La segunda forma estima individualmente la situación de cada ocupado donde éste es considerado pobre si sus propios ingresos son inferiores al valor de la línea de pobreza que le corresponde de acuerdo con sus necesidades.

Ambos cómputos reflejan dimensiones complementarias de este fenómeno. A partir de su comparación es posible identificar, por un lado, aquellos individuos que serían pobres si sólo vivieran con sus propios ingresos pero que no lo son gracias a los ingresos generados por el resto de los miembros del hogar; por otro lado, aquellos ocupados que no serían pobres si vivieran sólo con sus propios ingresos pero que viven en hogares pobres debido a que los recursos monetarios generados por el resto de los miembros no alcanzan para cubrir las necesidades básicas totales del hogar. 

La incidencia de la pobreza entre los trabajadores

Según datos del INDEC, en el segundo semestre de 2023 (último dato disponible) la incidencia de la pobreza entre los hogares de los 31 aglomerados urbanos cubiertos por la EPH fue 32%. En ellos vivía cerca del 42% de las personas residentes en dichas áreas. La indigencia, por su parte, fue de casi 9% y 12%, respectivamente.

Cuando se analiza la distribución de los individuos en edad activa residiendo en hogares pobres según su situación laboral se observa que alrededor del 54% de ellos estaba ocupado, 7% desocupado y 39% fuera de la fuerza de trabajo. En el caso de los adultos viviendo en hogares no pobres estos guarismos eran, respectivamente, 78%, 2% y 19% (Gráfico 1). O sea, aun cuando, como era esperable, entre los hogares pobres hay una sobre representación de adultos sin empleo, en más de la mitad de esos hogares éstos se encontraban ocupados. Más aún, alrededor del 76% de los jefes de estos hogares tenían un empleo mientras que un porcentaje significativamente menor (5%) estaba desocupado.

Gráfico 1

Distribución de los individuos en edad activa según situación laboral y condición de pobreza de sus hogares

Fuente: Elaboración propia en base a EPH

A su vez, 32% de los ocupados vivían en hogares pobres mientras que 7% viven en hogares indigentes.

Como se mencionó, otra forma de definir la situación de pobreza entre los ocupados es a partir de sus ingresos laborales totales y a su propia línea de pobreza. Bajo esta alternativa, durante el segundo semestre de 2023, 24% de estos individuos era pobre mientras que casi 10% era indigente. Esto es, durante la segunda mitad del año pasado, casi 1 de cada 4 trabajadores obtenían ingresos laborales inferiores al valor de su canasta básica total y en 1 de cada 10 ocupados sus ingresos laborales no le permitían cubrir sus necesidades básicas alimentarias. Sin embargo, estos promedios encubren fuertes heterogeneidades al interior de este grupo.

En este sentido, una variable particularmente relevante es la categoría ocupacional que diferencia entre asalariados formales (registrados en la seguridad social), informales, cuentapropistas, patrones y familiares sin remuneración. Como se muestra en el Gráfico 2, los asalariados no registrados en la seguridad social constituyen el grupo mayoritario dentro de los ocupados pobres, dando cuenta del 53% del total, 34% son cuenta propia (en su mayoría no profesionales) mientras que los asalariados registrados concentran alrededor del 10% del total de los ocupados pobres.

Gráfico 2
Distribución de los trabajadores pobres según categoría ocupacional

Fuente: Elaboración propia en base a EPH

Esta distribución, además de estar afectada por la composición del empleo total, está determinada por la incidencia específica de la pobreza en cada uno de estos grupos. En particular, la tasa de pobreza de los asalariados informales era de casi el 50% (o sea, 1 de cada 2 de estos trabajadores obtenían ingresos laborales mensuales inferiores al valor de su canasta básica alimentaria y no alimentaria), 40% entre los trabajadores por cuenta propias y se reducía al 5% entre los asalariados formales. En otros términos, los asalariados informales tienen 10 veces más de chances de ser pobres (a partir de sus ingresos laborales) que los asalariados formales.

Estas marcadas diferencias al interior del grupo de ocupados muestran claramente la asociación positiva entre informalidad laboral y pobreza. Ello resulta esperable considerando la vasta evidencia empírica para Argentina y para la región que confirma que los asalariados informales (no registrados en la seguridad social) reciben salarios netos significativamente más bajos que los asalariados formales. Por ejemplo, mientras el salario mensual promedio en la ocupación principal de los asalariados formales en el cuarto trimestre de 2023 fue de alrededor de $325 mil, el de los asalariados informales fue de aproximadamente $140 mil. Esta fuerte discrepancia, a su vez, se debe al menos a dos factores.

El primero de ellos se vincula a ciertas características diferenciales entre ambos grupos de trabajadores. En particular, entre los informales el nivel educativo es más bajo a la vez que la proporción de jóvenes y mujeres es mayor. Asimismo, éstos están sobre representados en ciertas actividades económicas como el comercio, la construcción y el servicio doméstico. Estas características implican que los trabajadores informales tienen un “vector de atributos” más desfavorable que los formales, lo que redunda en menores salarios promedios en relación con éstos. 

El segundo de los factores refiere a la presencia de discriminación salarial asociada a la informalidad; esto es, la existencia de brechas en las remuneraciones a favor de los asalariados registrados que no son explicadas por los atributos de los trabajadores ni de sus ocupaciones. De acuerdo con Maurizio (2014), la “penalidad” de ingresos mensuales por informalidad (o sea, cuando se comparan dos trabajadores con iguales características salvo que uno es formal y el otro informal) es de alrededor del 60% en Argentina, 30% en Perú y 25% en Brasil.

Estas brechas son algo inferiores, pero también significativas, entre los ingresos horarios lo que sugiere que los asalariados informales no sólo reciben menores remuneraciones por hora, sino que trabajan menor cantidad de horas que los trabajadores formales. Más aún, el estudio mencionado encuentra que estas “penalidades” no son constantes a lo largo de la distribución, sino que son mayores en su extremo inferior, sugiriendo un vínculo aún mayor entre informalidad y pobreza. 

Unos de los factores asociados a estas brechas podrían ser algunas instituciones laborales como, por ejemplo, el salario mínimo (SM). Específicamente, las diferencias salariales entre los asalariados registrados y no registrados podrían depender positivamente de cuan “operativas” son estas instituciones. En la medida en que el SM sea relativamente elevado podría generar un diferencial salarial entre los asalariados que están alcanzados y los que no lo están por este instituto. A su vez, dado que es esperable que éste tenga mayor impacto en la cola inferior de la distribución el “premio” relativo por formalidad también será más elevado en esta parte de la escala salarial.

En relación con ello, el valor promedio del salario mínimo durante el cuarto trimestre de 2023 fue de $145 mil en términos brutos lo que, en términos netos, representaba un valor de $120 mil, cercano al de la canasta de pobreza por trabajador de $115 mil. Es importante considerar, de todas formas, que los salarios mínimos negociados en los convenios colectivos sectoriales han venido siendo siempre superiores al mínimo general.

Pobreza familiar y pobreza individual

Cuando se comparan los valores que surgen de ambas mediciones del fenómeno del trabajador pobre se observa que alrededor de la mitad de los ocupados que viven en hogares pobres también lo serían si el cómputo estuviera basado exclusivamente en sus propios ingresos (Cuadro 1). En el otro extremo, 90% de los ocupados en hogares no pobres tampoco lo serían bajo la segunda alternativa.

Cuadro 1

Situación de pobreza familiar y pobreza individual de los ocupados

Fuente: Elaboración propia en base a EPH

En conjunto, en casi el 80% de los ocupados ambas estimaciones coinciden. Esta elevada superposición se asocia, al menos en parte, al rol importante de los ingresos laborales en el total de recursos monetarios del hogar. En particular, en Argentina, como en buena parte de América Latina, alrededor del 80/90% de los ingresos familiares totales provienen del mercado de trabajo (Maurizio, 2018).

Sin embargo, casi el 50% de los ocupados que viven en hogares pobres (16% del total de los trabajadores) no lo serían si vivieran solos y a partir de sus ingresos individuales, mientras que en el 11% de los trabajadores que viven en hogares fuera de la pobreza sus ingresos no serían suficientes para cubrir el costo de su propia canasta básica alimentaria y no alimentaria.

Cuando se analiza en detalle el primero de estos dos grupos de ocupados se observa que en el 60% de los casos éstos no serían pobres si no hubiera personas menores de 18 años viviendo en sus hogares. Más aún, si se excluyeran todos los miembros no perceptores de ingresos de estos hogares casi 80% de los trabajadores que obtienen ingresos suficientes para cubrir el valor de su propia canasta básica vivirían en hogares no pobres. Ello indica, por un lado, que en estos casos la dificultad reside en la baja intensidad laboral del hogar explicada, mayormente, por la presencia de niños y adolescentes. Por otro, que cuando un trabajador no es pobre de manera individual los otros ocupados en el hogar en su gran mayoría tampoco lo son. Detrás de esto se encuentra una relativamente elevada correlación positiva entre los ingresos laborales de cada miembro ocupado de una misma familia.

Estos resultados muestran, desde otra perspectiva, la mayor incidencia de la pobreza entre los hogares con presencia de niños, niñas y adolescentes. En particular, mientras que en el segundo semestre del año pasado ésta era de 50%, la incidencia se reducía al 18% entre las familias sin personas menores de 18 años a cargo. Ello resulta consistente con el casi 60% de pobreza en la población entre 0 y 17 años de edad.

Este dato resulta particularmente importante teniendo en cuenta la existencia de la Asignación Universal por Hijo (AUH) destinada, justamente, a hogares con personas menores cuyos padres están desocupados u ocupados en la informalidad. A ello se suma la Prestación Alimentar (PA) para titulares de la AUH con niños menores de 14 años. Sin embargo, aquel dato no resulta extraño considerando que el valor de la AUH en el segundo semestre de 2023 fue, en promedio, de casi $17 mil mensuales[1] complementado para el subgrupo de personas menores de 14 años por una cifra similar correspondiente a la PA (suponiendo dos menores en el hogar). En promedio, la suma por hijo de ambas prestaciones arroja un valor de $32 mil, el cual se compara con un valor de la canasta básica alimentaria para una persona de 14 años de $44 mil y una canasta básica total de aproximadamente $95 mil. Ello muestra, claramente, la insuficiencia de este beneficio para reducir significativamente estos fenómenos por sí solo.

Algunos cambios relevantes en los últimos años

Si bien el fenómeno del trabajador pobre no es nuevo, su incidencia ha venido elevándose, entre otros factores, por la acelerada inflación que derivó en caídas en el poder adquisitivo de los ingresos laborales. En el segundo semestre de 2016, 21% de los trabajadores vivía en hogares pobres (32% en 2023) mientras que 16% de los ocupados obtenía ingresos inferiores al valor de su canasta básica total individual (24% en 2023). Adicionalmente, cuando se considera la distribución de los adultos según su estado laboral se observa que el porcentaje de ocupados viviendo en hogares pobres pasó del 45% al 54% en los últimos 8 años. O sea, todos estos indicadores muestran la creciente asociación entre ocupación, pobreza laboral y pobreza total.

Sin embargo, no solo la incidencia de este fenómeno ha venido creciendo, sino que también se observan algunos cambios en su composición que resultan significativos. En particular, todas las categorías ocupacionales han experimentado un aumento en las chances de ser pobres aún teniendo un empleo. Sin embargo, llama la atención que este incremento fue proporcionalmente más elevado entre los asalariados formales que entre los informales. Ello derivó en que mientras en 2023 estos últimos tenían 10 veces más chances de ser pobres que los asalariados formales (con tasas de pobreza de 50% y 5%, respectivamente), en 2016 esa relación era de casi 13 veces (con tasas de pobreza de 32% y 2.5%, respectivamente).

Un aspecto relevante en este sentido es la relación entre el valor del salario mínimo y el valor de la canasta básica total de un trabajador. Como se mencionó, en 2023 ambos valores eran muy cercanos entre sí ($145 mil y $115 mil, respectivamente). Sin embargo, en 2016 el valor del salario mínimo duplicaba el de la canasta, siendo $7560 y $3700, respectivamente. Ello resulta consistente con la pérdida de poder adquisitivo de esta institución laboral del orden del 32% en este período.

De todas maneras, las brechas de incidencia entre ambos grupos de ocupados continúan siendo muy significativas, donde casi el 80% de los trabajadores pobres son asalariados informales o cuentapropistas. La mayoría de estos últimos, a su vez, son trabajadores independientes de oficio, no profesionales, que comparten muchas de las características de la precariedad laboral con los asalariados no registrados en la seguridad social.

Reflexiones finales

La informalidad laboral sigue siendo una característica distintiva de los mercados de trabajo latinoamericanos y, en particular, del argentino. En el cuarto trimestre de 2023 casi 36% de los asalariados no estaban registrados en la seguridad social. Ello no sólo se asocia con bajos ingresos y con una mayor incidencia de la pobreza sino con falta de protección social, al menos aquella de base contributiva.

Dada esta situación, y teniendo en cuenta la relevancia de los ingresos laborales en los recursos monetarios totales de los hogares, resulta altamente dificultoso reducir significativamente los niveles de pobreza e indigencia sin una mejora sustancial en la calidad de los puestos de trabajo y, en particular, de los salarios reales. Esto, a su vez, no resulta una tarea sencilla considerando que aproximadamente el 60% de la informalidad laboral se concentra en pequeñas y microempresas. Ello requiere, por lo tanto, de un conjunto integral de políticas de diferente índole que incentiven la creación de nuevos puestos formales y que eviten la informalización de los existentes. La condición necesaria, pero no suficiente, es avanzar en un sendero de crecimiento económico sostenido, sostenible y con estabilidad, que genere certidumbre respecto de la demanda de empleo futura.

El otro aspecto que surge claramente del análisis es la aún más elevada incidencia de la pobreza en hogares con presencia de niñas, niños y adolescentes. Si bien la AUH ha alcanzado niveles elevados de cobertura, ésta aún no es completa. Asimismo, si bien la complementación de la Prestación Alimentar incrementa la suficiencia conjunta de ambos beneficios, aún resultan valores muy bajos en comparación con las necesidades alimentarias y no alimentarias de la población cubierta. Se requiere, por lo tanto, importantes esfuerzos en este sentido complementariamente a mejoras en el acceso y calidad en materia de educación y salud.


Referencias

Beccaria, L. y F. Groisman (2015) “Informalidad y segmentación del mercado laboral: el caso de la Argentina”, Revista de la CEPAL 117, Santiago de Chile.

Maurizio, R. (2014) “Labor informality and poverty in Latin America. The case of Argentina, Brazil, Chile and Peru”, en Cling, J., Lagrée, S., Razafindrakoto, M. y Roubaud, F. (eds.) The informal economy in developing countries, Routledge.

Maurizio, R. (2018) “In-work poverty in Latin America. Prevalence, driving forces and trends”, en H. Lohmann e I. Marx (ed) Handbook of Research on In-Work Poverty, Edward Elgar Publishing.


* Investigadora del Área de Empleo, Distribución e Instituciones Laborales (EDIL-IIEP). Investigadora Independiente del CONICET, Titular de Cátedra de Economía Laboral, FCE-UBA

** Investigador del Área de Empleo, Distribución e Instituciones Laborales (EDIL-IIEP).


[1] Estos corresponden al 100% del beneficio y no al 80% que cobra mensualmente el titular del beneficio.

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