El Imperio contraataca: humildad y análisis empírico en la tribu de los economistas

Por Andrés López*

El domingo 28 de agosto, en su siempre interesante y provocadora columna de Alter Eco, Sebastian Campanario sugiere que los economistas necesitamos un baño de humildad (suscribo, y más que baño yo pido una catarata). En la misma nota relaciona esa necesidad con la progresiva retracción de los papers teóricos a favor de los empíricos en las principales revistas académicas de la profesión (aunque de ahí a la muerte de la teoría que sugiere alguien citado en la nota hay una distancia: me pregunto cómo se puede ir a analizar el mundo real sin una teoría detrás, aunque sea implícita. Pero esa es otra discusión). En cualquier caso, siendo ambas cosas ciertas, temo que el sesgo empírico que ha tomado nuestra disciplina en las últimas décadas, lejos de fomentar la humildad, favorece el tradicional imperialismo que tanto nos gusta ejercer a los economistas.

Que nos creemos capaces de hablar de política, familia, religión, educación, crimen y diversos menesteres que se suponen propios de otras ciencias sociales es algo bastante conocido y antiguo (y la nota de Alter Eco cita al colega Noah Smith aludiendo a este hecho). Ahora bien, por tomar un ejemplo al azar, cuando Gary Becker escribía en 1968 un artículo sobre “Crimen y Castigo”, su arsenal era básicamente el de la teoría neoclásica convencional y su resultado un modelo que buscaba identificar políticas óptimas que pudieran minimizar el costo social del fenómeno criminal. Pero no había ningún testeo empírico de esas ideas.

En los últimos tiempos han aparecido muchos artículos escritos por economistas acerca del mismo problema que trataba Becker. Pero la diferencia crucial es que esos artículos tienen un carácter empírico, y usan técnicas econométricas que, en teoría, permiten realizar estimaciones supuestamente rigurosas acerca de, por ejemplo, los factores que están detrás de la decisión de una persona de embarcarse en una actividad de carácter criminal. Esto, lejos de disminuir el aura de superioridad que los economistas tienen sobre colegas de otras disciplinas que se supone dedican su carrera a investigar sobre esos temas, la ha acrecentado notablemente. Y toda la diferencia radica en el método de testeo empírico, y ya no, como en la época de Becker, en la capacidad de formular teorías más o menos complejas.

Lo del crimen es solo un ejemplo, y puede extenderse a las más variadas áreas de la acción humana y la interacción social. Y lo que está detrás de esta tendencia es la amplia disponibilidad de todo tipo de bases de datos, el gran poder computacional de los equipos de cálculo y el incesante avance de las técnicas econométricas, entre otros factores. Más aún, hoy los economistas aparentemente hemos podido cumplir con la exigencia que Vilfredo Pareto hacía en 1897, en referencia crítica a las ideas metodológicas de Leon Walras, cuando decía que “I am a believer in the efficiency of experimental methods to the exclusión of all others”. En efecto, hoy los economistas organizan experimentos aleatorios cual si fueran investigadores de la salud buscando determinar el efecto de alguna droga (en el campo del Desarrollo Económico éste es el último grito de la moda, para una discusión sobre el tema vean este interesante paper de Angus Deaton). Y si organizar esos experimentos es imposible, buscan recurrir a la “cuasi aleatorización”, que pasa por identificar alguna apropiada “variable instrumental” o bien por detectar algún evento que pueda ser caracterizado como “experimento natural” (y qué emoción genera encontrar esos casos …). En esencia, el punto es encontrar como producir estimaciones econométricas rigurosas, que permitan que el investigador felizmente logre una nueva publicación en un journal prestigioso (y está muy bien, porque esas son las reglas de juego de la carrera).

Contando con estas teóricamente poderosas herramientas, somos capaces de hablar de todo lo que se mueve. En una búsqueda rápida por los últimos números de las tres principales revistas de la profesión según los rankings conocidos (Quarterly Journal of Economics, American Economic Review y Journal of Political Economy) podemos encontrar artículos (empíricos) sobre cómo mejorar la calidad de la educación en el kindergarten, el ascenso de los nazis en Alemania, el crimen juvenil, los efectos de los reality shows sobre la maternidad adolescente o el extremismo político. Esto no es nada nuevo. El fenómeno de la llamada Freakonomics ha buceado en temas tan diversos como la corrupción en las luchas de Sumo, las razones que hacen que los narcos vivan con sus madres, las consecuencias que genera la elección de nombres de los hijos o la influencia del aborto legal sobre el crimen. Uno de mis ejemplos preferidos de esta tendencia es un paper sobre la “economía de los swingers” publicado en 2010 en el “Journal of Behaviour and Experimental Economics”. Y para que vean que no me siento exento de este ardor, les cuento que mi más grande ilusión para mi carrera docente futura es poder enseñar algo parecido al curso “Economics of Sex, Drug and Rock’n Roll” que dicta Simon Bowmaker en la New York University.

Los lectores no familiarizados con lo que se publica en las revistas académicas de economía podrían sentirse extrañados por estos hechos, pero los seguidores de Alter Eco los conocen bien porque en muchas columnas se han comentado trabajos de este tipo. En fin, los límites de las disciplinas son elásticos, y al final de cuentas todos esos artículos hablan de conductas humanas y hechos sociales que, según desde donde las miremos, siempre tienen un costado “económico”.

Pero acá no para la cosa … El Journal of Political Economy anuncia la publicación próxima de un paper de Michael Darden titulado Smoking, Expectations, and Health: A Dynamic Stochastic Model of Lifetime Smoking Behavior. Les cuento que Darden, quien es un economista, no trata únicamente sobre el tema de conductas adictivas (algo que entraría en la categoría de los trabajos mencionados en el párrafo previo), sino que nos llega a decir lo siguiente: “I find that smoking heavily from age 18 can reduce life expectancy by eight years relative to life-long non-smokers and by four years relative to those smoking only lightly (≤ 1 pack/day) from age 18. Furthermore, quitting smoking by age 30 implies relatively few chronic health or mortality differences, on average, from life-long non-smokers; however, waiting to quit until age 60 implies that the health consequences may be severe“ (siempre pensé que la economía y la medicina eran íntimas amigas porque si seguís los sucesivos hallazgos de esas disciplinas  aprendés que lo que un día te cura otro día te mata …).

En la misma línea, el Quarterly Journal of Economics ha publicado un trabajo tituladoEconomic Activity and the Spread of Viral Diseases: Evidence from High Frequency Data, de otro economista, Jerome Adda, donde se discute acerca de los factores que están detrás de la diseminación de virus peligrosos para la salud humana. Aquí, claro está, ya no hablamos de conductas sociales, sino de temas propios de la medicina y la biología.  Un médico por allá …

Así las cosas, me pregunto cuanto falta para que los economistas volvamos a casa. Y me refiero al hecho de que el primer libro que Adam Smith escribió, nunca publicado en vida, fue una “Historia de la Astronomía” (donde usa por primera vez el término “mano invisible” de hecho). ¿Para cuándo un paper de un economista sobre la órbita de Júpiter por ejemplo?

Podríamos cerrar esta nota diciendo que ya que los economistas no hemos podido resolver satisfactoriamente los temas que el resto del mundo espera que tratemos (la inflación, la pobreza, el subdesarrollo, etc.), nos hemos dedicado a estudiar problemas que nadie espera que tratemos y para los cuáles no hemos recibido ningún entrenamiento en nuestra carrera. Y esto porque nuestra agenda de investigación parece estar dictada por el imperativo de publicar, y para publicar tenemos que encontrar algún experimento natural (u organizarnos uno por nuestra cuenta). Así las cosas, no sabemos bien cómo hacer que haya menos personas o países pobres, pero sin dudas podemos decir mucho sobre por qué la gente es más o menos feliz … Goodbye Freud, Hello Freakonomics!!!

Mucho me temo que varios colegas me van a retirar el saludo después de estos breves párrafos. Para evitar tan indeseable consecuencia voy a decir que no me siento capaz de emitir ningún juicio de valor sobre esta tendencia que describo. Los investigadores obviamente pueden elegir trabajar sobre los temas que más los atraen y no hay nada de malo en que muchos economistas quieran estudiar temas que resultan “divertidos”, y no tengan que seguir necesariamente el ejemplo de Alfred Marshall, quien, según cuenta Keynes en su biografía del notable economista, dijo que: “Then, in my vacations I visited the poorest quarters of several cities and walked through one street after another, looking at the faces of the poorest people. Next, I resolved to make as thorough a study as I could of Political Economy» (éste es un golpe bajo de mi parte, lo reconozco).

Más aún, estoy muy lejos de pensar que los papers escritos por economistas que tratan temas que, en apariencia, son “no económicos” no realizan ningún aporte al avance del conocimiento (por el contrario, seguramente buena parte de ellos son extremadamente útiles). Y por cierto existe la interdisciplinariedad, que ayuda a complementar capacidades y producir evidencia más sólida (aunque no siempre se la utiliza …). Y finalmente, digo que lo mío es pura envidia porque escribo sobre temas tremendamente aburridos en general (salvo cuando lo hago para este blog, al menos eso espero …).

Pero les quiero recordar el punto inicial. Lo que quería mostrar en esta nota es que sesgo empírico y humildad no van necesariamente de la mano. Ya no hacemos “grandes teorías”, pero nada de lo humano nos es ajeno, como dice el viejo proverbio latino (ni siquiera lo biológico según parece). Así las cosas, solo me resta decir, siguiendo al gran Buzz Lightyear, colegas y amigos, “hacia el infinito y más allá”, que le vamos a hacer comer los mocos a Sheldon Cooper encontrando antes que nadie el origen del Big Bang …

Director del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas (Universidad de Buenos Aires). Investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP-BAIRES). Investigador Independiente del CONICET.

Deja un comentario