El valor del conocimiento

por Guillermo Anlló*

conocimiento (nota anllo)

Existe un consenso generalizado acerca de la importancia del conocimiento a lo largo de la historia de la humanidad, pero nunca como en los últimos años. Incluso, varios especialistas caracterizan a nuestra época, a partir de la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, como “Sociedad del conocimiento”. (A.David y D. Foray) (M.Castells)

Al margen del lugar que hoy ocupa el saber como motor del desarrollo, lo que todas la civilizaciones han sabido es que el conocimiento es poder, ya que el conocimiento da control sobre los demás –incluso siendo más poderoso que la fuerza bruta-. Siguiendo este argumento, podríamos estilizar dos modos extremos de ejercer el control sobre el conocimiento (el poder). El primero basado en la concepción de que el saber quede concentrado en unos pocos, los que a partir de su ilustración guiarán al resto, base de la “aristocracia”. Según como se ejerza esta figura, el mismo puede variar entre el modelo ideal de una clase ilustrada en una democracia griega (el gobierno como carga pública elegida por sorteo entre los “ciudadanos” –aquellos que detentan la formación y el conocimiento para ejercer el poder-) hasta la idea del poder concentrado en uno solo, como fuente de todo conocimiento y saber –la monarquía absoluta con fuerte raigambre en las religiones monoteístas (en particular la católica)-, pasando por el consejo de ancianos, druidas o sumos sacerdotes. En esta tradición, el pueblo –carente del conocimiento y el acceso al mismo- no gobierna, ni delibera, sino que es guiado por los “ilustrados”.

En el otro extremo, podemos visualizar la idea de la igualdad, como reacción a la opresión generada por los que “saben”. Es decir, todos somos iguales y tenemos igualdad de derechos para elegir y decidir. El poder no debe estar concentrado –ni en uno, ni en unos pocos- y todos podemos/debemos formar parte del “demos”. La democracia debe ser para todos, y no unos pocos.

Idealmente, es comprensible apoyar la idea de que nadie puede tener más derechos que otro, y que todos debemos tener la posibilidad de acceder a las mismas oportunidades. Sin embargo, y lamentablemente, eso no garantiza que todos tengamos el mismo conocimiento. Es decir, y separando por un momento la noción de conocimiento y poder, el saber no se distribuye igualitariamente. No se puede, ni es deseable. El saber demanda de profundidad, de ahondar en un campo, de elegir una temática, lo que obliga a desconocer las otras. Por más que hoy las nuevas tecnologías nos den acceso casi instantáneo y libre a infinita información, eso no significa que tengamos la posibilidad de saber sobre todo.

Si bien todos podemos realizar todas las tareas –con mayor o menor esfuerzo-, dada la condición de escasez del tiempo en el transcurso de una vida, es recomendable dividir la asignación de las mismas, lo que viene acompañado de un aprendizaje y acumulación de saber sobre cierta disciplina (no en vano, la Nona era la que mejor cocinaba y amasaba).

La economía así lo reconoce desde sus orígenes (tanto Adam Smith lo señalaba muy bien en La riqueza de las naciones a nivel de individuos y fábricas, como David Ricardo lo enfatizaba para el comercio internacional entre naciones).

Y esa división de tareas/saberes lleva a la especialización y, por ende, si bien todos debemos tener derecho a hacer valer nuestra opinión (es decir, no dejarnos gobernar por unos pocos “ilustrados”), también es cierto que hay quienes saben más que el resto sobre ciertas cuestiones y debieran ser escuchados como tales, al menos para poder tomar nuestra decisión con mayor información.

Por momentos pareciera que nuestra sociedad se olvida del valor del conocimiento –y me refiero a la realidad más allá de lo discursivo– ya que da lo mismo lo que opina un comentarista de fútbol, un experto, o un actor, sobre cualquier tema. Es tan válido el saber acumulado en años de medicina que señalan la importancia de la vacunación, como ciertas modas de turno que llevan a tomar decisiones individuales en contrario (artículo en la Nación); da lo mismo la fotografía de un aficionado que la de un profesional (bancos de imagenes), importa lo mismo la opinión de un economista que la del carnicero (Samid en la tele).

Sin dudas, gran parte del problema deriva de la propia revolución que significaron las TIC, donde junto al tener tanta información al alcance de la mano, también surgieron más posibilidades tecnológicas para expresarse; al extender el Agora, también se expandió el caos y la confusión.

Quizás, justamente por ello, no esté de más recordar que el conocimiento tiene un valor –no sólo económico- y escuchar con más atención a los que saben, respetar su saber en el campo en el que se especializaron, y aprovechar mejor las ventajas que derivan de la vieja y buena división del trabajo, no sin ello soslayar el valor de la voz individual.

*Docente/investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política- UBA/CONICET (IIEP) y Sub-director de las Maestrías en Economía y Relaciones Económicas Internacionales en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (FCE-UBA).

5 comentarios sobre “El valor del conocimiento

  1. A ver, tratando de ser breve porque el tema da para mucho: creo que en parte el acceso a la información que da Internet le quita cierto «poder» a los «sabios» y eso en algunos ámbitos me parece bienvenido. Estoy pensando en la medicina por ejemplo. Más allá del caso de las vacunas, que creo predata a Internet, y es una barbaridad que debería ser castigada más severamente porque genera externalidades negativas claras, no me parece mal que los pacientes tengan más acceso a la info que anda en la red y puedan hacer preguntas y decidir mejor informados sobre lo que les va a pasar a su cuerpo. Los médicos tampoco son el oráculo de Delfos y los hipocondríacos o «alarmistas» (Woody Allen dixit) que nos preocupamos por nuestra salud y consumimos notas sobre medicina, sabemos que lo que hoy te cura mañana te mata y viceversa (y también sabemos que si es cierto que si juntas tres economistas para discutir un tema tenes cuatro opiniones, lo mismo vale para tres médicos que auscultan a un paciente). Por otro lado, el cuestionamiento de la especialización tiene una fuerte base en cierta parte del pensamiento marxista. Pensemos en la propuesta de anular la división del trabajo entre el manual y el intelectual; esto tampoco suena tan mal a priori, porque justamente la permanencia de esa división estuvo en la base de la reproducción de mecanismos de dominación política en los países socialistas y en especial en la URSS.
    Ahora bien, estoy de acuerdo con Guillermo en que hoy, al menos en Argentina, porque no tengo tanta información como para aventurarme a juzgar qué ocurre en otros lados, el péndulo se ha movido claramente demasiado hacia el lado del «aplanamiento» y parece que todas las opiniones valen igual. Yendo a nuestro campo, en buena medida me temo que eso ocurre porque al tener dudas sobre la fiabilidad de casi toda la información sobre temas económicos que circula por ahí, no es raro que todo se torne medio escolástico, ya que la manera más o menos ideal de dirimir muchas disputas es recurriendo a la data, y la data, lamentablemente, «no está». De todos modos es un problema más general, y la reciente disposición relativa al cambio del sistema de calificaciones y aledaños en la provincia de Buenos Aires revela que al menos parte de nuestra sociedad parece creer que la cuestión del saber no es tan relevante al fin y al cabo (ver buena nota no chicanera en LN sobre el tema hoy):
    http://www.lanacion.com.ar/1726385-que-dejamos-de-medir-si-se-eliminan-las-notas-del-1-al-3
    Finalmente, no logré ser breve, creo que el hecho de que Internet hoy rija nuestras vidas y nuestros cerebros, genera cambios no sólo en nuestras estructuras cerebrales y modos de pensar, sino también en los modos de generación y circulación de conocimiento. Alguien me contó alguna vez que hay lugares en donde mientras alguien expone, los oyentes twiteean sus reacciones en tiempo real y ellas aparecen en alguna pantalla paralela … El día que demos clases así seguramente sabremos que una nueva era ha arribado para quedarse por mucho tiempo …

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  2. Coincido con ambos. 🙂 Parece innegable el argumento de Guillermo respecto a la «democracia» del conocimiento y cómo ésta se observa a diario en nuestro país. Pero creo que Andrés apunta a que internet ha democratizado las ventanas —por no decir «medios» que en estas latitudes tiene una connotación política fuerte— para que se expresen todas las voces con similar visibilidad. Un elemento que me parece fundamental en el desarrollo intelectual y científico es que los argumentos valgan por sí mismo y no por quien lo dice (la famosa falacia ad verecundiam!). Un alumno/a puede tener un argumento más sólido que su docente, del mismo modo que un joven profesional respecto de su mentor/a. Antes de internet era mucho más difícil que esto ocurriera porque la posibilidad de hacerse oir estaba mucho más sesgada hacía los consagrados. Era imposible pensar que un simple alumno pudiera criticar a un premio Nobel frente a una audiencia masiva (en un journal, diario o en TV). Internet y los blogs dieron esa posibilidad. Vale la pena mirar cómo eso ocurre en la blogosfera económica de USA, por ejemplo, entre Paul Kruman (premio Nobel) y Noah Smith en Internet, quien cuando empezó como blogger era un alumno de doctorado. Aquí en menor medida, creo que también pasó. Luciano Cohan, por ejemplo, se hizo un merecido nombre en la profesión gracias a su blog.

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  3. Estimados, primero que nada, entiendo que muchas veces confundimos información con conocimiento. La primera, vista como un cúmulo organizado de datos procesados; el segundo, visto como los hechos o información adquiridos por un ser vivo a través de la experiencia o la educación, la comprensión teórica o práctica de un asunto referente a la realidad, que van determinando una capacidad adquirida como contenido intelectual relativo a un campo determinado. Internet y las nuevas tecnologías de la información implicaron una explosión al flujo, acceso y disponibilidad de información -casi infinita-. Pero, sin el conocimiento necesario, la misma no se puede procesar y utilizar, o, lo más riesgoso aún, se puede utilizar erróneamente (en el extremo, el analfabetismo -ya sea de lectura, o digital- no permiten acceder a esa información).
    Justamente -y vale el ejemplo para decir que no es un problema solo local-, el acceso libre y sin capacidad de procesamiento necesario (otra especie de analfabetismo) ha llevado a que figuras conocidas en EEUU, pero del ámbito de la farándula, basada en publicaciones «pseudo científicas» hayan sostenido una relación no comprobada entre vacunas y autismo que llevó a una fuerte campaña en contra de la vacunación, que han derivado en el resurgimiento de enfermedades erradicadas a niveles epidémicos. Es decir, si bien es bueno poder contar con más información, el sólo hecho de eso no garantiza una «democratización del conocimiento», ya que la experticia sobre un tema -entendida como el saber y experiencia acumulada sobre algún campo determinado- posee -y cada vez más- un valor añadido sumamente relevante.
    Hace mil años, los sabios de la época, aquellos que lograron trascender, contaban bibliotecas que, con suerte, superaban los 20 volúmenes. Por eso, también, en general, aquellos referentes eran expertos en varios campos del saber. En la actualidad, es dificil que alguien pueda ser experto incluso en un sólo campo o área del conocimiento, sino más bien, en una pequeña división de la misma, dado a cómo se ha extendido el alcance del conocimiento.
    Por lo tanto, es importante no confundir acceso con capacidad de procesamiento e interpretación, y, al menos es mi opinión, hoy, mucho más que antes, es necesario contar con especialistas en diferentes áreas y respetarlos.
    Y, si bien es cierto que lo relevante es que los argumentos valgan por sí mismos, y no por quién los expresa, también es cierto que antes precede la cuestión de cómo un argumento pasa a ser válido (algunas corrientes de pensamiento tienden a defender que la validez del argumento se impone «democráticamente», es decir, por mayoría…).
    En síntesis, no es sólo la data, sino quién y cómo la procesa.

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    1. Sí sí, conocimiento e información son cosas diferentes, como muy bien dice Guillermo.
      Mi comentario partía de asumir que Angelina Jolie no comenta en este blog (y si comenta le vamos a dar la bienvenida cualesquiera sean sus creencias sobre vacunas u otros asuntos)
      Pero bueno, entiendo que obviamente la nota de Guillermo apunta a otro público, que contiene a personas que han pasado por las aulas, y que incluso en algunos casos son (o eran) nuestros amigos, que sostienen este tipo de teorías «ultra-democratizantes» con relación al valor del conocimiento.
      Y por supuesto que en ese punto estoy 100% de acuerdo con lo que argumenta Guillermo.
      Lo mío era solo una nota de cautela, porque me parece que la palabra «respetar» puede tener muchos sentidos, y si hablamos de conocimiento algunos no me cierran, ya que entiendo que lo esencial del saber es que es una empresa abierta y que no hay una relación lineal entre trayectoria y probabilidad de decir algo sensato.
      La muy simple cuestión que quería hacer (y el comentario de Martín creo que va en la misma dirección) es que los «sabios» se equivocan como cualquiera por más expertise que tengan. Y si me apuran creo que la ciencia está algo sobrevendida; para volver al ejemplo de la medicina, ahora nos enteramos de que las grasas no son tan malas …
      http://www.lanacion.com.ar/1725978-nutricion-revisan-el-papel-de-las-grasas-en-la-obesidad-y-el-corazon
      Quizás algún día nos dirán que lo mejor es desayunar 6 medialunas de grasa con una ginebra . Pero si hasta ayer ibas al cardiólogo más afamado del planeta probablemente te hubiera dicho que estaba recontra científicamente probado que las grasas eran el peor enemigo de la humanidad y que en sus años de experiencia él había podido comprobar empíricamente lo nocivas que eran. Para un racconto informado acerca del tema, pueden leer este libro: http://www.amazon.com/Diagnosis-Therapy-Evidence-Conundrums-American/dp/0813546729/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=undefined&sr=8-1&keywords=Diagnosis%2C+Therapy%2C+and+Evidence%3A+Conundrums+in+Modern+American+Medicine+%28Critical+Issues+in+Health+and+Medicine%29
      Finalmente, lo que estoy pidiendo es que todos los que estamos de algún modo en el ámbito académico, seamos más o menos importantes o afamados, nos demos un baño de humildad.

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      1. Andrés,
        En ningún momento busco con mi exposición sostener que el saber da autorización, pero si que mejora las chances. Se me ocurre un ejemplo futbolero. En este país hay muy buenos jugadores como para armar una gran selección (no se si para ser siempre campeones, como a veces quisiéramos creer, pero si una selección competitiva); tenemos materia prima. Ahora, con eso no alcanza, hace falta un buen técnico, con su saber y conocimiento, que por suerte también tenemos. Sin embargo, se insistió con probar con técnicos que no tenían ni los avales, ni la experiencia como para dirigir siquiera un equipo de primera división. Si vamos a nombrar un técnico, al menos, yo pediría que fuera alguien que ya dirigió equipos de fútbol antes, en primera división, si tiene experiencia en el exterior, mejor, y a los que les haya ido bien, preferentemente…Si tenemos a un improvisado por DT, existe la azarosa posibilidad de que nos vaya bien, si en cambio ponemos a un técnico experimentado, puede que el azar no nos ayude, pero las probabilidades de éxito son mucho más altas. Lo mismo me parece cuando se aborda un problema. Obviamente, yo tampoco confío ciegamente en los médicos -y veo su profesión muy parecida a la nuestra, en la que, a pesar de que ellos muchas veces se creen dioses, ya que juegan con las vidas humanas (…pero no en los ordenes de magnitud con las que jugamos los economistas en funciones de gobierno) aproximan a los problemas y buscan soluciones por tanteo…no son exactos- sin embargo, si me duele el pecho, juro que rajo para la guardia…

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