Por Roxana Maurizio*
El empleo independiente[1] es un tipo de inserción laboral y una fuente de ingresos muy relevante en América Latina. En un documento reciente “Rotación ocupacional e informalidad laboral: el caso de los trabajadores independientes en América Latina”[2], realizado para la Oficina del Cono Sur de la OIT, hemos analizado la movilidad ocupacional de los trabajadores no asalariados en seis países de la región -Argentina, Brasil, Ecuador, México, Paraguay y Perú-, entre 2002 y 2015. En particular, se buscó estimar la intensidad de los tránsitos que experimentan estos trabajadores en comparación con los asalariados, identificar las características de estas transiciones y determinar los factores asociados a las mismas. En conjunto, esta evidencia permite evaluar la validez para el caso de América Latina de las hipótesis usualmente esgrimidas en torno al comportamiento de este tipo de trabajadores en otros mercados laborales. En lo que sigue resumimos los principales hallazgos de este estudio.
La relevancia del empleo independiente en América Latina
Como fue mencionado, este tipo de inserción laboral representa una porción significativa de los mercados de trabajo en los países de América Latina. Como se muestra en el Gráfico 1, la incidencia promedio del empleo autónomo en la región es del 40%, 26 puntos porcentuales más elevado que el promedio de los países europeos conjuntamente con Canadá y Estados Unidos. Mientras que en este último sólo un 6% de los trabajadores se desempeña de manera independiente, en Honduras o en Bolivia este tipo de inserción laboral concentra alrededor del 60% del empleo total. Aún en Chile o Argentina, que exhiben los valores más bajos de la región, los trabajadores no asalariados explican alrededor de un cuarto del total de las ocupaciones. Ello sugiere que el trabajo autónomo es una importante fuente de ingresos para un conjunto significativo de trabajadores y sus familias en todos los países de América Latina.
A su vez, estos trabajadores exhiben una elevada heterogeneidad interna en términos de calificación, tareas realizadas, niveles de ingresos, estabilidad laboral y cobertura de la seguridad social. Sin embargo, una característica común a todos los países de la región es que la gran mayoría (alrededor del 70/80%) de ellos son cuentapropistas no profesionales, o sea, con nivel educativo hasta secundaria completa.
Ello, en parte, implica que la intensidad y características de la movilidad ocupacional entre los trabajadores independientes sea diferente a la observada entre los asalariados. Este aspecto resulta aún más importante en una región caracterizada por fuertes shocks macroeconómicos que derivan en elevadas fluctuaciones del empleo y de los ingresos, en contextos de baja cobertura de la protección social.
A la importancia estructural del empleo autónomo en los mercados de trabajo de la región se le suma un recobrado interés por este tipo de inserción laboral, no sólo en países en vías de desarrollo sino, también, en los más desarrollados debido al crecimiento de las denominadas formas atípicas de empleo. Entre estas nuevas formas aparece la figura del trabajador “contratista dependiente” el cual, a partir de los acuerdos adoptados en la última Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo de la OIT, “son trabajadores que suscriben acuerdos contractuales de índole comercial (pero no un contrato de empleo) para suministrar bienes o servicios para otra unidad económica o a través de ella. No son empleados de dicha unidad económica, pero dependen de ésta para la organización y ejecución del trabajo, los ingresos, o para el acceso al mercado” (CIET/20/2018/Resolución I). O sea, se combinan aquí elementos de un típico trabajador independiente con características propias de uno asalariado y, por lo tanto, la diferenciación entre ambas categorías ocupacionales se vuelve cada vez menos precisa.
Una de las manifestaciones más claras de la difusa diferenciación entre una relación asalariada y una independiente es en el trabajo basado en plataformas digitales. Como lo hemos discutido en una nota previa de este blog “Algunas reflexiones en torno al empleo en plataformas y a los mecanismos de protección”, ello viene dando origen a discusiones no sólo en relación al carácter mismo de las relaciones laborales sino al diseño óptimo de las regulaciones laborales y de la protección social para este tipo de trabajadores.
Tasas de salida de una ocupación independiente y (casi nulos) tránsitos hacia la formalidad
Uno de los objetivos del estudio mencionado anteriormente fue el de estimar las tasas de entrada y de salida del autoempleo y los tránsitos laborales que experimentan estos trabajadores en los seis países bajo estudio. Encontramos que los trabajadores autónomos –en conjunto- registran tasas de salida más elevadas que la de los asalariados formales pero inferiores a la de los informales. Por ejemplo, de acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares, en Argentina la tasa anual de salida desde una determinada ocupación es del orden del 12% para los trabajadores inicialmente en relación de dependencia registrados en la seguridad social, del 32% para los independientes y se eleva al 51% entre los asalariados informales, no registrados en la seguridad social.
A su vez, los trabajadores no asalariados, con niveles intermedios de inestabilidad ocupacional, cuando abandonan su ocupación inicial se dirigen mayormente a otro puesto independiente, a la inactividad o a la informalidad. Por el contrario, en todos los países se comprueba que estos ocupados, a igualdad de otras características, exhiben muy bajas probabilidades de ir a un puesto formal no sólo, como era esperable, en relación a un asalariado inicialmente en una ocupación de este tipo sino, incluso, en comparación a un asalariado informal. De hecho, las transiciones desde el empleo autónomo a la formalidad representan menos del 15% del total de las salidas en todos los países bajo estudio (Cuadro 1).
Resulta importante mencionar que en una región caracterizada por una insuficiente cobertura de esquemas de protección de ingresos, especialmente de base no contributiva, los tránsitos laborales de los trabajadores independientes derivan, en general, en una elevada inestabilidad de ingresos.
Procedencia de las entradas al empleo autónomo
Complementariamente al estudio de las tasas de salida resulta importante conocer la procedencia de aquellos individuos que ingresan al autoempleo. En el Cuadro 2 se observa que la informalidad y la inactividad no sólo resultan destinos importantes luego de abandonar una posición independiente sino que también son fuentes significativas de entradas a este tipo de ocupaciones. Más aún, salvo en Perú, en el resto de los países los tránsitos desde un puesto informal resultan aún más importantes que desde otra posición no asalariada.
Por el contrario, la formalidad representa una fuente de entrada muy poco relevante: con la excepción de Brasil, en el resto de los países estos flujos representan menos del 14% del total. Ello se debe, por un lado, a la mayor estabilidad -y, por ende, menores tasas de salida- en la posición formal inicial; por otro lado, a la menor probabilidad de ir al autoempleo luego de abandonar la formalidad. En particular, de acuerdo a los resultados encontrados, los asalariados registrados transitan mayormente hacia otra ocupación formal o hacia el cuentapropismo profesional (que, como se dijo, es una porción menor del empleo independiente en la región).
Cuando se combinan estas tasas de entrada con las de salida presentadas anteriormente se concluye, por lo tanto, que los tránsitos entre formalidad y autoempleo son muy reducidos, lo que contrasta con la intensidad de las transiciones entre este último y la informalidad. Recordando que la mayor parte de los no asalariados son cuentapropistas no profesionales, este tipo de rotación implica, en general, tránsitos entre posiciones de bajos salarios. De hecho, como se observa en el Gráfico 2, ambos grupos de ocupados se ubican mayormente en la parte inferior de la distribución de ingresos laborales.
Validez de las hipótesis planteadas en relación al empleo independiente
El análisis de las características de los trabajadores independientes y, especialmente, de las transiciones ocupacionales que éstos experimentan no sólo arroja luz sobre el funcionamiento de los mercados de trabajo de la región sino que, también, permite evaluar la validez de algunas de las hipótesis esgrimidas para el mundo desarrollado.
Existen dos visiones diferentes respecto del empleo independiente. Por un lado, el autoempleo es caracterizado como un tipo de ocupación realizada por emprendedores quienes, a partir de una evaluación costo-beneficio, prefieren el autoempleo a trabajar de manera asalariada. Por otro lado, el empleo independiente es considerado un recurso de “última instancia” donde aquellos trabajadores que no logran obtener un trabajo en relación de dependencia deciden iniciar una actividad por cuenta propia de modo de obtener ingresos que les permita sobrevivir.
Ambos enfoques tienen, a su vez, sus correlatos con relación a los factores que influyen en la decisión de comenzar una actividad por cuenta propia y a los atributos de estos individuos. Bajo la primera conceptualización se plantea que el trabajador decidirá por la opción que le genere mayor utilidad esperada, la cual estará afectada por la fase del ciclo económico, la aversión al riesgo, el ingreso esperado en cada alternativa laboral y las características personales. En este contexto, se esgrime que serían aquellos individuos creativos, con mayor capacidad emprendedora y gerencial, menos adversos al riesgo, los que óptimamente decidirían con mayor probabilidad no trabajar para terceros y hacerlo de manera independiente de modo de aprovechar aquellas cualidades en búsqueda de mayores ingresos o para conseguir otras ventajas no pecuniarias respecto de las que obtendrían como asalariados. De hecho, se argumenta que algunos de estos trabajadores podrían resignar ingresos, en comparación a los que obtendrían como dependientes, en compensación a ser “sus propios jefes” y disfrutar de una mayor flexibilidad horaria.
Un aspecto relevante, sin embargo, especialmente para los países menos desarrollados, refiere a cuál es el espacio real de opciones al que se enfrenta un trabajador teniendo en cuenta el exceso global de oferta en el mercado de trabajo, la elevada incidencia de la informalidad y la escasa o nula cobertura del seguro de desempleo. Bajo esta perspectiva, se argumenta que la inserción laboral de manera independiente es para muchos individuos la única oportunidad de generar algún ingreso que le permita subsistir frente a la falta de acceso a un empleo asalariado. En este sentido, la ausencia de mecanismos de sostenimiento financiero para la búsqueda de empleo contribuiría a que un individuo que pierde su empleo deba recurrir rápidamente a este tipo de actividades hasta tanto consiga un empleo en relación de dependencia de mejores características.
Vinculados a estos enfoques aparecen otras dimensiones que moldean la intensidad y características de los flujos de entrada y de salida desde el autoempleo. Tres de ellas son el género, la edad y el nivel educativo. En relación a las dos primeras, se argumenta que una de las razones que explicaría las entradas voluntarias al empleo independiente es la flexibilidad horaria que este tipo de actividades ofrecería en comparación al trabajo asalariado. Ello ha llevado a sugerir que podrían ser los jóvenes o las mujeres que están a cargo de niñas, niños y adolescentes (NNyA) quienes se beneficiarían mayormente de esta ventaja y que, por lo tanto, serían más propensos a emprender alguna actividad por cuenta propia.
Sin embargo, los resultados obtenidos[3] no permiten afirmar en ninguno de los países bajo estudio que las mujeres, a igualdad de otras características, tienen tasas de entrada al empleo independiente estadísticamente más elevadas que los hombres. Más aún, cuando se combina esta dimensión con la presencia de menores de edad en el hogar tampoco se comprueba que sean aquellas viviendo con NNyA las que registran las mayores chances de convertirse en autoempleadas. Por el contrario, son los hombres, con o sin presencia de menores de edad en el hogar, los que se ubican en esta posición. Por lo tanto, la hipótesis de que el empleo no asalariado es una opción particularmente elegida por las mujeres de modo de lograr una mayor conciliación entre el trabajo doméstico y de cuidado, y el empleo remunerado no parece verificarse en la región.
A su vez, el argumento de que el empleo independiente es una puerta de entrada al mercado de trabajo tampoco parece verificarse en ninguno de los seis países estudiados, dado que los más jóvenes registran menores chances de experimentar este tipo de transiciones en comparación a los individuos en edades centrales; son estos últimos quienes ingresan con mayor intensidad al autoempleo, en algunos casos compartiendo esta posición con los adultos de más de 45 años. Por el contrario, la vía de entrada de los jóvenes al mercado de trabajo es mayormente a través de la informalidad laboral.
Por último, cuando se combina esta dimensión con el nivel educativo se confirma que son específicamente los jóvenes con menor capital humano los que registran las probabilidades más bajas de comenzar una actividad por cuenta propia. Por lo tanto, la correlación entre juventud y entradas a un puesto asalariado informal se refuerza aún más entre los de baja calificación. La falta de experiencia, de conocimientos sobre el desarrollo de los negocios y la escasez de recursos financieros para emprender una actividad por cuenta propia pueden explicar, al menos en parte, estos patrones.
En relación a quienes exhiben las mayores chances de entrar al autoempleo se observan dos grupos bien diferenciados. Por un lado, los trabajadores de 25 años o más con nivel educativo universitario. Estos individuos se convierten, por lo tanto, en cuentapropistas profesionales. Por otro lado, los individuos mayores de 45 años con niveles bajos o intermedios de educación, que comienzan una ocupación de oficio por cuenta propia o un microemprendimiento. Estas últimas entradas pueden estar explicadas por la acumulación de experiencia y cierto capital en las primeras etapas de la vida laboral lo que le permitiría al individuo comenzar alguna actividad de este tipo. Sin embargo, las mayores dificultades que los adultos pueden experimentar para obtener un puesto en relación de dependencia luego de abandonar la posición inicial o la falta de cobertura previsional que impulsa a un individuo adulto mayor a continuar trabajando de modo de obtener los ingresos necesarios para su supervivencia, aun luego de la edad legal de retiro, también constituyen factores posiblemente asociados a estos tránsitos.
A modo de resumen
El empleo autónomo continúa siendo una inserción laboral de gran relevancia en los mercados de trabajo urbanos en América Latina. Ello resulta significativamente más elevado que el peso de este tipo de ocupaciones en el mundo desarrollado y parece, por lo tanto, responder más a una insuficiente creación de puestos asalariados -especialmente formales- que a un mayor “espíritu emprendedor” en la región. Más aún si se considera que la mayor parte de este grupo es explicado por los cuentapropistas no profesionales. Por lo tanto, más allá de la fuerte heterogeneidad al interior del empleo independiente, los resultados globales reflejan mayormente las características y dinámicas experimentadas específicamente por este subgrupo. Ello no niega, por supuesto, la existencia de trayectorias ascendentes experimentadas por los cuentapropistas profesionales o patrones.
Estos últimos, a su vez, comparten varias características con los asalariados informales. En particular, ambos se ubican mayormente en la parte inferior de la distribución de los ingresos laborales en los países bajo estudio. Ello implica que los elevados tránsitos entre ambas categorías ocupacionales no parecen ser reflejo de carreras laborales “ascendentes” sino de transiciones “precarias” entre posiciones de bajos ingresos y con baja cobertura de los riesgos laborales y sociales.
A su vez, en una región caracterizada por una insuficiente cobertura de esquemas de protección de ingresos, especialmente de base no contributiva, los tránsitos laborales de los trabajadores independientes atentan, frecuentemente, contra la capacidad que estos individuos puedan tener de realizar contribuciones suficientes a la seguridad social de modo tal de tener acceso a los beneficios presentes y futuros que de allí se derivan. Ello resulta aún más problemático teniendo en cuenta que la detección y el control de las contribuciones de los trabajadores independientes suelen ser más más complejos que en el caso de los asalariados y requieren, por lo tanto, el desarrollo de cierta institucionalidad específica que gestione regímenes destinados a este tipo de trabajadores.
Finalmente, asociado a la elevada incidencia del empleo asalariado informal y del cuentapropismo de oficio en la región se encuentra, en gran medida, una estructura productiva caracterizada por bajos niveles de productividad y de competitividad y que no genera la cantidad suficiente de puestos asalariados formales. Senderos de crecimiento económico sostenibles conjuntamente con mejoras en el aparato productivo resultan, por ende, requisitos iniciales para lograr progresos sustantivos en las condiciones laborales en la región.
*Instituto Interdisciplinario de Economía Política, UBA-CONICET
Referencias
Maurizio, R. (2019) “Rotación ocupacional e informalidad laboral. El caso de los trabajadores independientes en América Latina”, Oficina de la Organización Internacional del Trabajo para el Cono Sur de América (Informe Técnico 10).
[1] Los conceptos de trabajo independiente, trabajo no asalariado, trabajo autónomo y autoempleo serán usados indistintamente en esta nota.
[2] Maurizio (2019).
[3] En el documento citado se presentan detallados todos los resultados aquí mencionados.
Un comentario sobre “Empleo independiente en América Latina: ¿espíritu emprendedor o insuficientes oportunidades de empleo asalariado?”