Por Andrés López*
Un problema de tamaño
Como economista una de las primeras cosas que uno quiere saber cuando analiza el tema de las drogas es cuanto “pesa” esta industria¿Estamos hablando de fuerzas que pueden tener una incidencia masiva en la economía, o de algo relativamente marginal? Considerando la naturaleza ilegal del negocio, ya sospecharán que las respuestas a esta pregunta son todas tentativas e inciertas, con márgenes de error elevados, y sujetas además a especulaciones e intereses políticos. Asimismo, dependerán de a qué nivel estamos trabajando (global, nacional, regional) y también del tipo de impactos que uno quiera mirar (PBI, empleo, exportaciones) –incluso considerando que hay impactos indirectos muy poderosos, e.g. vía lavado de dinero-. Todo esto no sugiere que es inútil intentar ver qué dicen las (escasas) estimaciones conocidas, sino que hay que usarlas de manera prudente y con el propósito fundamental de entender dentro de qué márgenes más o menos podemos pensar que fluctúa la economía del narcotráfico.
¿Comencemos por un dato que me parece central: cuánta gente consume drogas? Las Naciones Unidas les pide a los países que realicen encuestas periódicas sobre uso de drogas ilegales, pero la cobertura, actualización y precisión de las mismas parece ser deficiente. Adicionalmente, la intuición sugiere que mientras difícilmente haya gente que mienta diciendo que ha consumido drogas cuando no lo hizo, la situación opuesta es perfectamente posible; para darse una idea de la magnitud de este problema, anotemos que en el caso del alcohol (un bien legal) cuando se comparan las ventas per cápita con el consumo per cápita declarado en encuestas de uso la diferencia puede ser de 2 a 1 o más. También por supuesto hay cuestiones relativas a la representatividad de las poblaciones encuestadas. Finalmente, los gobiernos pueden estar interesados en manipular los datos para mostrar tendencias o situaciones que les resulten favorables políticamente.
El reporte mundial sobre drogas que elabora anualmente la UNODC (la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen) intenta tomar en cuenta algunos de estos factores (acá pueden ver la metodología) a fin de elaborar proyecciones más o menos sensatas sobre el número de usuarios de drogas, aunque los procedimientos implican el uso de muchos supuestos debatibles para llenar los huecos y defectos de la información disponible. Esto lleva a que esas proyecciones tengan márgenes bastante amplios; por ejemplo, dicho reporte estima que entre 162 y 324 millones de personas consumieron al menos una vez drogas en 2012. Esto representa entre 3,5 y 7% de la población mundial entre 15 y 64 años.
A primera vista, y más allá de la generosidad del margen de error, se trata de números no despreciables (partiendo la diferencia más o menos por la mitad, 1 de cada 20 personas en el planeta!). Para confirmarlo hagamos alguna comparación: en EEUU, por ejemplo, 9,4% de la población mayor de 12 años consumió drogas ilegales o abusó de medicación psicoterapéutica en el último mes previo a la realización delNationalSurveyonDrug Use and Healthde 2013(obsérvese que es gente que usó drogas no alguna vez en un año, sino en un mes específico, lo cual lleva a suponer que el porcentaje de consumidores en un año completo es probablemente mayor). ¿Cuánta gente consume tabaco en ese país? 25,5% de los mayores de 12 años según la misma fuente (para cigarrillos la cifra es 21,3%). No estamos tan lejos … Hay que considerar al comparar estas cifras que mientras que casi 80% de los fumadores consumen cigarrillos diariamente, los usuarios de drogas en su mayoría no son consumidores diarios. Pero a la vez hay que tener en cuenta algo crucial: estamos comparando el consumo de un bien legal con el de otro ilegal (no sólo es más difícil comprar drogas que cigarrillos, sino que en muchos casos la compra supone riesgos legales e incluso físicos en ciertas ocasiones). Todo esto para decir que, en términos de “deseo” –o adicción-, el mercado de las drogas no es nada pequeño.
Si ahora vamos a la economía, la pregunta obvia es cómo se puede estimar el volumen del negocio del narcotráfico. Existen dos métodos (para una discusión sobre estos temas, ver este reciente reporte de la OEA y el informe de la Rand Corporation que ya mencioné en la introducción a esta serie de notas). Por el lado de la producción, se parte de estimaciones sobre el cultivo de las materias primas (por ejemplo, hojas de coca o amapola), basadas en imágenes satelitales. Estas estimaciones requieren una serie de suposiciones acerca de frecuencias y rendimientos de los cultivos, presencia promedio de sustancias estimulantes en las respectivas materias primas, calidad y eficacia de los posteriores procesos de transformación, niveles de pureza, tasas de decomiso, etc. Por cierto, para las drogas sintéticas (metanfetamina, éxtasis, etc.) este tipo de estimaciones es aún más difícil.
Alternativamente, se puede intentar ir por el lado de la demanda, partiendo de las encuestas de uso, así como de información elaborada por las autoridades sanitarias. Aquí el problema obvio es el ya mencionado de la sub-declaración, así como el de la probable sub-representación de los grandes consumidores en las encuestas. El citado trabajo de la OEA ejemplifica este problema mencionando que una estimación reciente atribuyó dos tercios del consumo de marihuana en EEUU al 4% de los usuarios, cuyo consumo supera en más de cien veces al del usuario promedio en aquel país; ¿esta población está bien representada en las encuestas de consumo? Asimismo, las encuestas preguntan sobre días de uso, pero no sobre cantidades ni calidades. Pese a estas dificultades, algunos estudios sugieren que lidiar con los problemas de las estimaciones vía demanda puede ser menos difícil que basarse en datos de producción, aunque los estudios que hemos visto tratan de chequear los resultados obtenidos empleando los dos métodos.
Pese a que parezca extraño (o no, dadas las dificultades recién mencionadas), el último cálculo global sobre el volumen del mercado de drogas ilícitas data de 2003 y surge de la mencionada serie de reportes de la UNODC; la cifra resultantees de USD 320,000 millones (algo menos del 1% del PBI mundial de aquel año). A primera vista uno diría que la cosa no es para tanto. Pero comparémoslo con algún otro mercado; por ejemplo, con la producción global de soja, trigo y maíz en aquel año. Un cálculo rápido con datos de la FAO me da que, tomando precios internacionales, los tres cultivos generaron alrededor de USD 200.000 millones en aquel año. Está claro que es una comparación de peras y manzanas (porque estamos comparando ventas minoristas de drogas con producción de granos que luego son procesados para ser usados en distintas industrias), pero sirve para darse cuenta de que 1% de la economía mundial no es tan poco como parece.
Hay algunos trabajos que han señalado que las estimaciones dela UNODC son exageradas. Por ejemplo, un estudio publicado por la Comisión Europea en 2009 afirmaba que el mercado global de cannabis en 2005 era la mitad del estimado por la UNODC. En ese estudio se señalaba que en EEUU las ventas de cannabis en dicho año eran, en la mejor estimación posible (siempre estos trabajos se cubren poniendo rangos para sus cálculos) de alrededor de USD 21 mil millones. En tanto, el ya mencionado y más reciente reporte de la Rand Corporation estima que el mercado de marihuana en los EEUU en 2005 era de 30 mil millones de dólares. Lo simpático del asunto es que tanto el coordinador del estudio para la Comisión Europea como uno de los autores del mismo también firman el reporte de la Rand …RECALCULANDO …. Adicionalmente, un reciente trabajo de dos economistas italianos, basándose en datos de decomisos en laboratorios colombianos en 2008, estima que la producción de cocaína en aquel país era, como mínimo, del doble que la estimada por la UNODC. En el medio de tanta confusión, no está mal quedarse con las cifras oficiales (si en EEUU, según el reporte Rand, se gastaron 110 mil millones de USD anualmente a lo largo de los 2000 , la cifra global de USD 320 mil en 2003 no parece muy desencaminada).
En suma, más allá de la incertidumbre sobre los números, podemos concluir que el negocio del narcotráfico no es algo que va a mover el amperímetro de la economía global, pero representa (tanto en términos de consumidores como de dinero) un número nada despreciable. Hablamos de cientos de miles de millones de dólares que están fuera del radar de las autoridades impositivas, financieras y económicas, y que por supuesto generan consecuentemente tasas de ganancias muy altas (y las utilidades resultantes luego pueden reinvertirse en una serie de actividades legales, creando vasos comunicantes entre economía formal y economía negra, tema muy relevante para la discusión que queremos llevar adelante; y también en cooptar policías, jueces y políticos por cierto, otro asunto nada menor para entender lo que pasa en el mundo).
Sobre este tema esperamos volver en breve, pero la próxima nota de este folletín por entregas va a tratar sobre otra cuestión interesante: ¿cómo se reparte esta torta?;¿cuánto se llevan los distintos países y actores que intervienen en esta cadena de valor? Les dejo un dato para que se queden pensando: en 1997, según un estudio de Peter Reuter y Victoria Greenfield, un kilo de cocaína pura salía de Colombia a USD 1000 y entraba a Miami a USD 23000 Buen negocio el de los intermediarios,¿no?
*Doctor en Economía (Universidad de Buenos Aires). Director del Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT). Director del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas (Universidad de Buenos Aires) y Profesor Titular Regular de dicha casa de estudios en la materia Desarrollo Económico.