Ciencia y tecnología en América Latina: ¿el dinero compra la felicidad?

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Por Andrés López*

En los años 2000 el gasto en ciencia y tecnología (CyT) de los países de América Latina registró un claro aumento si se lo mide, como es habitual, contra el PBI, superando el pico anterior de 1997-98. El gráfico 1 ilustra este proceso,  destacado particularmente en el caso de las actividades científico-tecnológicas entendidas en sentido amplio (que incluyen, además de la I+D, los servicios y la formación especializada en CyT). Digamos, de paso, que el gráfico permite observar que el gasto en el rubro es muy sensible al ciclo económico, algo que es en buena medida resultado del fuerte peso del Estado en el financiamiento del mismo (volvemos sobre esto más abajo).

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Este aumento de los recursos destinados a CyT ha venido en muchos países de la mano de la creación o jerarquización de instituciones públicas especializadas que desarrollan tareas de planificación y diseño de políticas y brindan financiamiento y asistencia técnica, así como de la introducción de subsidios e incentivos para que el sector privado incremente su actividad innovadora.

Un resultado claramente positivo de este esfuerzo incremental es el aumento de la participación de la región en las publicaciones científicas globales, el cual pasó de 2,6 a 3,6% entre 2003 y 2013[1] de acuerdo a datos del Science and Engineering Indicators del National Science Board de los EEUU. En contraste, la participación de la región en las patentes otorgadas por la European Patent Office (EPO) entre 2006-2008 y 2014-2016 se quedó cómodamente instalada en el 0,23%. Un poco mejor fue el desempeño en el patentamiento en la United States Patent Office (USPTO), el cual creció de 0,32 a 0,45% entre 2005-2007 y 2013-2015.

Una manera de ver la asimetría en el desempeño de América Latina en el campo de las publicaciones científicas y las patentes se presenta en los dos gráficos siguientes, en donde se comparan los ratios de participación en ambos indicadores de distintos países de la región y del resto del mundo. En ambos casos el share de patentes se calcula tomando en conjunto los datos de EPO y USPTO. En cuanto a publicaciones, el primer gráfico toma datos de todas las disciplinas y el segundo se basa en el Nature Index, que solo considera el campo de las ciencias “duras”.

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Vale aclarar que al tomar el dato de patentes no estoy asumiendo que es la única o la mejor manera de evaluar el desempeño de un país en lo que podríamos llamar el ámbito de la “tecnología”, ya que son conocidas las limitaciones que tiene este indicador (desde que se sacan patentes con motivos diferentes a los de protección de innovaciones, hasta que muchas innovaciones nunca son patentadas por su naturaleza, por límites legales o por decisión de sus generadores).

Sin embargo, las distancias que se observan en los dos gráficos son lo suficientemente amplias como para apoyar la siguiente afirmación, por otro lado nada novedosa para quienes siguen estos temas: en América Latina los sistemas nacionales de innovación son relativamente eficaces a la hora de producir conocimiento científico de alto nivel (en especial en las naciones más grandes), pero mucho menos en cuanto a la generación de capacidades que permitan competir vía innovación en los mercados globales. Esta, como dijimos, es una característica bien conocida y largamente estudiada en la región, y el indicador de patentes es apenas uno entre otros que van en la misma dirección (e.g. estructuras productivas y exportadoras, desempeños empresarios, etc.).

Aclaración: no estoy sugiriendo en modo alguno que los científicos abandonen la investigación fundamental y se dediquen a patentar. Es evidente que la producción de ciencia tiene fines sociales que van más allá de los puramente “económicos”. Pero asumo que esos fines son cubiertos de modo más o menos eficaz en los distintos países cuya situación estoy comparando. No estoy argumentando que algo “sobra”, sino que algo “falta” en nuestra región.

Por cierto, son muchas las hipótesis que podrían ayudar a explicar este fenómeno y el contraste con la situación de otras naciones que parecen o bien tener una asimetría “inversa” (Corea o Taiwán) o tener un desempeño más “balanceado” (las europeas). En el marco de esta breve nota, apenas queremos enfatizar una cuestión, también conocida, que remite al papel del Estado y del sector privado en el área de ciencia, tecnología e innovación.

En el siguiente cuadro comparamos el peso de las fuentes de financiamiento del gasto en I+D de algunos países de América Latina (las que más gastan en relación al PBI, excluyendo Cuba), contra el promedio del gasto de 25 naciones, todas las cuales pertenecen al grupo de 30 países con mayor PBI per cápita medido en PPP según datos del Banco Mundial[2], más China.

Gasto en I+D sobre PBI, por fuente de financiamiento (%, 2015 o último año disponible)

Gasto privado en I+D/PBI Gasto público en I+D/PBI Gasto en I+D/PBI
Promedio 1,33 0,67 2,05
Argentina 0,11 0,49 0,63
Brasil 0,42 0,72 1,17
Chile 0,12 0,16 0,37
México 0,11 0,38 0,53
Ecuador 0,10 0,33 0,44
Costa Rica 0,01 0,54 0,57

Fuente: OECD, RICYT y MINCYT

De acuerdo a esta información, vemos que al presente el Estado brasileño gasta en I+D (relativo al PBI) más que el promedio de las mencionadas naciones. Costa Rica no está lejos de ese promedio y en el caso argentino el ratio es apenas un 25% menor. En cambio, en el caso del gasto privado, el país con menor distancia a ese benchmark es Brasil (1/3). En el resto de los casos las diferencias son del orden de 10 a 1 (o de 100 a 1 en Costa Rica). Consideremos además que en todos los países latinoamericanos incluidos en el cuadro el peso relativo del Estado como fuente de financiamiento del gasto en I+D ha crecido en años recientes, sugiriendo que ese fue el motor del aumento del gasto total sobre el cual hablamos al comienzo de la nota.

No hay que ser experto en el tema para vincular ambos conjuntos de datos. Es obviamente bienvenido que el Estado invierta en actividades de CyT. Pero parece claro que el mayor déficit de las economías latinoamericanas está en el involucramiento privado en dicha inversión. Distintas evaluaciones de las políticas de subsidios e incentivos a la I+D privada en América Latina muestran en general resultados positivos en cuanto al impacto sobre el gasto de las empresas en ese rubro. Pero por el momento esas iniciativas no parecen haber movido el “amperímetro” de la región en cuanto a su desempeño innovativo (y, repetimos, esta afirmación no se sustenta apenas en el dato de patentes arriba mencionado, sino que tienen un amplio consenso entre los expertos en el tema).

A futuro, entonces, se hace imprescindible repensar el marco de incentivos, el esquema de políticas, los criterios de asignación de recursos e incluso la institucionalidad imperante en el campo de la CyT y, algo fundamental, vincular más las decisiones y estrategias en dicho ámbito con otras áreas de la política de desarrollo productivo. Seguir poniendo más recursos públicos en esta área no va a modificar, per se, el estado de cosas sucintamente descripto más arriba. Hace falta, a nuestro juicio, un replanteo más amplio del problema, tarea en la que se requiere el concurso y discusión amplia entre los distintos actores involucrados, del ámbito público, académico y privado. Esto, lo reconocemos, ha sido dicho muchas veces. Vale la pena, sin embargo, volver a abrir esta discusión en épocas donde las vacas están más flacas y la región sigue dejando pasar oportunidades para promover transformaciones más profundas de sus sistemas productivos, tarea sin la cual será muy difícil que salgamos de las trampas de ingresos medios en donde nos hallamos estancados desde hace algunas décadas.

[1] Strictu sensu, se trata de la participación de Brasil, Argentina, Chile, México y Colombia, los países de la región que integran el grupo de 50 naciones con mayor share de publicaciones en 2013 (grupo que representa más del 96% del total de publicaciones mundiales).

[2] Excluimos para el cálculo a las naciones petroleras.

* IIEP, UBA-CONICET y FCE-UBA

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