Por Lilia Stubrin*
La Argentina está entrampada hace décadas en una gran dificultad para diversificar su matriz productiva hacia actividades intensivas en conocimiento. Las actividades manufactureras han estado al centro de los esfuerzos para promover ese tipo de diversificación. Sin embargo, más recientemente, en asociación con cambios tecnológicos, de mercado, regulatorios y de organización de la producción a nivel mundial los sectores basados en recursos naturales han también comenzado a abrir oportunidades impensadas décadas atrás para innovar y diversificar la matriz productiva hacia nuevos mercados de alto agregado de valor (Andersen et al 2015, Marin et al 2015, Crespi et al 2018, Red Sur 2014). En la Argentina, el debate en torno a la capacidad de los recursos naturales para traccionar actividades innovativas ha comenzado a crecer en el último tiempo, siendo la agricultura y los agroalimentos en general, los hidrocarburos y, en menor medida, la mineria los sectores que concentran la mayor atención. Menos visible desde el punto de vista de su potencial impacto productivo y de innovación son aquellas actividades vinculadas a los recursos océanicos, las que más recientemente se han comenzado a denominar como economía azul[1].
Argentina cuenta con un potencial enorme para el aprovechamiento de sus recursos marítimos y oceánicos. Con más de 5.000 kilómetros de costa sobre el territorio continental, el mar argentino abarca una superficie equivalente a casi el 50% del territorio continental, y es uno de los ambientes marinos más extensos y biológicamente más importantes del planeta. Sin embargo, la envergadura y potencialidad de los recursos marinos nacionales han sido históricamente poco aprovechados. Las actividades que se desarrollan en el país están ligadas a los sectores tradicionales (pesca, industria naval, actividad portuaria, producción de petróleo y gas offshore) con bajo agregado de valor y de diversificación. La pesca, por ejemplo, aporta el 0.3% del PBI ($113.777 millones de pesos), 0,2% del empleo total (13.186 empleos) y 3,5% de las exportaciones (U$S 2.155 millones). Ésta se encuentra fuertemente concentrada en unas pocas especies (merluza, langostino y calamar), con poco valor agregado, bajo aprovechamiento de los sub-productos pesqueros, y problemas de control y sostenibilidad del recurso. La producción de gas y petróleo offshore tiene un desarrollo muy limitado aún: sólo una de las once cuencas exploradas que tiene la Argentina está en producción contribuyendo de manera poco significativa a la producción de hidrocarburos[2].
De acuerdo a las últimas estimaciones realizadas la economía azul en Argentina podría generar en los próximos 20 años, en un escenario conservador, un valor de 216 mil millones de dólares, con un potencial de generación de divisas de 157 mil millones de dólares y la creación de 169.209 nuevos puestos de trabajo (Baruj y Drucaroff, 2018). Esta estimación, sin embargo, está mayormente concentrada en lo que se denominan los sectores más tradicionales de la economía azul (petróleo y gas offshore, pesca, turismo, industria naval e infraestructura logística), y considera sólo marginalmente algunas de las actividades emergentes y de mayor contenido de conocimiento e innovación como la acuicultura, la energía azul (oceánica y eólica offshore), la biotecnología azul o los nuevos materiales de origen marino con un vasto campo de aplicación en farmacéutica, agricultura, ganadería etc. Una mirada al escenario internacional muestra cómo los esfuerzos están concentrándose cada vez más en estos sectores emergentes dada su horizontalidad, contenido de conocimiento y potencial para agregado de valor e innovación (European Comission 2019; Johsnon y Dalton 2018; Banco Mundial 2016).
En Argentina, algunos de estos sectores emergentes tienen un desarrollo incipiente (i.e. acuicultura, biotecnología azul) y otros no han surgido aún (i.e. energía azul). La acuicultura, por ejemplo, es una actividad relativamente reciente y sin explotación comercial de envergadura. Sin embargo, actores públicos y privados, tal vez de manera poco articulada, están explorando la viabilidad técnica y comercial de esta actividad en distintas especies intentando superar desafíos tecnológicos como la factibilidad de cultivar con mareas fuertes como la de nuestras costas patagónicas. Algo similar ocurre con actividades de biotecnología azul. En esta área, la Argentina posee importantes capacidades científico-tecnológicas en el ámbito público[3] y privado en los que se están desarrollando tecnologías con potencialidad de ser comercializadas o ya en comercialización. Por ejemplo, en el área de biorefinerías o aprovechamiento y valorización de los residuos y descartes pesqueros, se están desarrollando nuevos productos para la industria alimenticia, farmacéutica, cosmética, agrícola, etc. Algunas de las iniciativas incluyen la fabricación de aceites de Omega-3 en base a deshechos de pescado, desarrollados por la empresa marplatense Laboratorios Ghion y exportados mundialmente, el desarrollo de productos innovadores para la industria farmacéutica, nutracéutica y cosmética a través de la producción de erizos de mar por la empresa Arbacia localizada en Chubut o la producción de suplementos dietarios en base a macroalgas de la costa patagónica de la empresa Jono Wakame de Chubut.
Cabe destacar en esta nota, sin embargo, que el conocimiento que tenemos acerca del desarrollo de los nuevos sectores de la economía azul en Argentina es muy limitado. No contamos con información sistemática, profunda y actualizada de las iniciativas, capacidades y productos que se están desarrollando asociadas a las nuevas actividades de economía azul en el ámbito público y privado en el país, así como los obstáculos que estos sectores están enfrentando para su desarrollo. En general, el saber y la comprensión de esta área está ligada casi exclusivamente al conocimiento científico experto, sin una mirada desde lo productivo. La Argentina posee hace ya algún tiempo el programa interministerial Pampa Azul que tiene por objetivo promover un mayor conocimiento de nuestros recursos oceánicos, destinando los mayores esfuerzos a fortalecer capacidades e infraestructura científica en la temática. Sin embargo, este programa está escasamente vinculado a la actividad de transferencia de tecnología, innovación y desarrollo productivo.
¿Será hora en que empecemos a pensar el aprovechamiento de los recursos oceánicos en clave productiva y tecnológica? La Unión Europea, por ejemplo, ha decidido promover la economía azul destinando 200 millones de euros en diferentes iniciativas que incluyen la investigación, la colaboración internacional, el desarrollo tecnológico, la innovación y la creación de empresas. Para promover nuevos emprendimientos en este sector, la Comisión Europea y el Fondo Europeo de Inversiones han creado el Programa BlueInvest con el cual buscan invertir 75 millones de euros en el financiamiento de start-ups y empresas PyMES en el campo de la economía azul.
Volviendo a la Argentina, diseñar una hoja de ruta para el desarrollo de la economía azul requiere coordinar políticas científico-tecnológicas y productivas a fin de promover el crecimiento de nuevas empresas innovadoras en esta área tanto en actividades tradicionales como aprovechando la oportunidad de entrar tempranamente en las nuevas áreas que están emergiendo a nivel mundial. Un elemento crucial, sin embargo, de una estrategia de desarrollo productivo en asociación a los recursos oceánicos es que estos no pueden pensarse – y menos ante la situación de pandémica actual que la humanidad está enfrentando- sin una mirada integral entre lo productivo, lo social y lo medio ambiental. Sabemos la importancia de los recursos oceánicos para el desarrollo de la vida humana a través de su rol clave en la regulación del clima, absorbiendo alrededor del 30 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono y como fuente esencial de alimentos (FAO 2014). La evidencia es clara respecto al deterioro del océano como consecuencia de la pesca excesiva, la contaminación y la acidificación de los océanos inducida por el cambio climático. Las Naciones Unidas han reconocido la importancia de la economía azul y su papel en un futuro sostenible para los océanos del mundo. El objetivo de desarrollo sostenible 14, tiene como finalidad «conservar y utilizar de manera sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos». Así se busca prevenir y reducir la contaminación marina de todo tipo para el 2025, y gestionar, conservar, proteger y restaurar los ecosistemas costeros y marinos de forma sostenible.
Por lo anterior, la Argentina tiene una oportunidad para aprovechar el desarrollo de sus recursos marítimos y oceánicos de una manera sustentable fomentando actividades de conocimiento e innovación. Avanzar en el desarrollo de una hoja de ruta para el desarrollo de la economía azul en el país requiere acciones en al menos los siguientes frentes:
- Generar información sistemática de las iniciativas, capacidades y productos existentes en el tejido productivo y tecnológico doméstico vinculado a actividades innovadoras en sectores tradicionales y en nuevos sectores de la economía azul.
- Explorar las oportunidades y las barreras para el desarrollo de actividades dinámicas vinculadas a las diferentes ramas de la economía azul. Esta información resulta crucial para alimentar el diseño de políticas para el sector. El análisis debe combinar la situación actual con una mirada prospectiva respecto a la evolución de este sector a nivel global, de manera tal de poder identificar áreas donde existen mayores oportunidades de crecimiento e inserción internacional de empresas locales.
- Desarrollar una visión respecto a qué tipo de economía azul se espera desarrollar en las próximas décadas y cómo se posicionará la Argentina en éste área en crecimiento en la economía mundial. Para ello resulta fundamental convocar a los diferentes actores científicos, productivos, tecnológicos y de la sociedad civil para desarrollar una hoja de ruta que comprenda una visión económica, social y ambiental del desarrollo del sector.
¿Le daremos una oportunidad a la economía azul? Apuesto a que vale la pena intentarlo.
*CONICET-CENIT/UNSAM
Referencias
Andersen, A. D., Johnson, B. H., Marín, A., Kaplan, D., Stubrin, L., Lundvall, B-Å., & Kaplinsky, R. (2015). Natural resources, innovation and development. Aalborg Universitetsforlag. 10.5278/VBN/MISC/NRID
Banco Mundial (2016) “Toward a Blue Economy: A Promise for Sustainable Growth in the Caribbean”, REPORT NO: AUS16344, September
Baruj G. y Drucaroff S. (2018) “Estimaciones del potencial económico del océano en la Argentina”, Informe Técnico N 10, CIECTI.
Crespi, G., Katz, J., & Olivari, J. (2018). Innovation, natural resource-based activities and growth in emerging economies: the formation and role of knowledge-intensive service firms. Innovation and Development, 8(1), 79-101.
European Commission (2019). The EU Blue Economy Report. 2019. Publications Office of the European Union. Luxembourg.
Johnson, K., & Dalton, G. (Eds.). (2018). Building industries at sea:’Blue Growth’and the new maritime economy. River Publishers.
Marín, A., Navas-Alemán, L. y Pérez, C. (2015). Natural Resource Industries as a Platform for the Development of Knowledge Intensive Industries. Tijdschrift Voor Economische, en Sociale Geografie. Vol. 106, Núm. 2, 154.
Red Sur 2014 (2014) ¿Subiendo la escalera? Oportunidades, obstáculos y lecciones en torno al escalamiento de las cadenas de recursos naturales de América del Sur, https://www.redsudamericana.org/recursos-naturales-desarrollo/%C2%BFc%C3%B3mo-se-est%C3%A1-insertando-am%C3%A9rica-del-sur-en-las-cadenas-globales-de
[1] La economía azul comprende todas las actividades vinculadas a los recursos oceánicos y marítimos. Esta incluye tanto sectores más tradicionales como pesca y acuacultura, gas y petróleo offshore, energía oceánica, turismo marítimo y costero, industria naval y logística portuaria, como otros sectores emergentes de alto nivel de potencialidad en términos de crecimiento e innovación como energía azul (eólica y mareomotriz), la bioeconomía azul, los minerales marinos, la desalinización o la defensa marítima.
[2] La Cuenca Austral produjo en 2014 el 17,4% de la producción nacional de gas natural y el 2,8% de petróleo (Baruj y Drucaroff, 2018).
[3] INIDEP, CESIMAR CENPAT, CIMA de Puerto Madryn, UTN, Facultad Regional Chubut, CNEA, Universidad Nacional Quilmes, UNIBIO, IIB FCEyN UNMDP- CONICET, INTEMA CONICET Mar del Plata.