El banquero central que soñó con ser Maradona

Alquimias Económicas se suma modestamente a los homenajes que en todo el mundo se hacen a una figura que, como señala Daniel Heymann en el título de la siguiente nota, despertó los sueños incluso de circunspectos banqueros centrales, como lo muestra el discurso de Mervyn King que se puede leer en este link  (a propósito, para los interesados, Alquimias publicó hace algunos meses un comentario de Ricardo Carciofi sobre un reciente libro de King acerca del tema de la incertidumbre). Entonces, aquí va, de Fiorito a la política monetaria, por nuestro número 10, Daniel Heymann.

Por Daniel Heymann

Se fue Maradona, Diego Armando, D10S. Hay para elegir. El pibe que la rompía en el barrio, el que tomaba el colectivo para jugar con los Cebollitas, con unos 200 partidos invictos; el que hacía jueguitos de lujo en los entretiempos en Paternal, el que lideró la revancha histórica del Mezzogiorno (me quiero olvidar entretanto del que gambeteó a Fillol), el de la mano sobrenatural y el gol de otro planeta, el que salió de la cancha en USA de la mano de la enfermera, el que se cayó y estuvo cerca de irse al otro lado, y resucitó; el que hace unas noches se quedó. Siempre en grande, a lo Diego. El que nos daba carta de presentación en el mundo, con sus más y sus menos: ¡Argentina: Maradona!  

Muchos, aquí y afuera, seguramente han fantaseado con sentirse Maradona en sus momentos cumbre. Aunque sea como pálido reflejo, se entiende que para los comunes mortales pueda ser tentador imaginarse la sensación de levantar la Copa o de haber hecho el gol o el pase decisivo. Cuesta más creerlo tratándose de banqueros centrales ingleses. Pero estamos hablando del 10, nada menos.

Mervyn King, tras su ennoblecimiento, es hoy Lord King of Lothbury. Se lo conoce (Wikipedia dixit) como simpatizante del Aston Villa. Luego de tener actividad académica, entre 2003 y 2013 se desempeñó como Gobernador del Banco de Inglaterra. Un par de años después de asumir ese cargo hizo una exposición, que tuvo difusión en el ambiente macroeconómico y hoy se ha vuelto viral, sobre su experiencia de gestión hacia entonces. El tono general de la charla fue prudente y equilibrado, con una clara señalización de las profundas incertidumbres que rodean a las decisiones económicas y específicamente a la práctica de la política económica (cuestión que trató extensamente en un interesante libro publicado hace unos meses).

En todo caso, eran épocas de “Gran Moderación”, donde las economías centrales crecían sostenidamente en un contexto de baja inflación y fuertes subas en los precios de activos. Imperaba entonces la “doctrina Greenspan”, que desalentaba la intromisión de la política monetaria para frenar posibles sobre- expansiones financieras. No por primera vez, economistas prominentes anunciaban la conquista del ciclo económico.

El tema que ocupaba a King era la regulación de la tasa de interés para implementar un esquema de metas de inflación. King negaba la presunción, común en esos tiempos, de que el análisis macroeconómico convencional había madurado al punto de permitir la aplicación de una “ciencia de la política monetaria” (por contraste con el viejo “Arte del Banco Central”). Su presentación enfatizaba el carácter no estacionario de los procesos macroeconómicos, y la variabilidad de las teorías y modelos influyentes en la materia.  Pero ciertamente se sentía cómodo con la forma en que venía operando la política a su cargo, uno de cuyos pilares era el reconocimiento del gran peso de las expectativas en la determinación de las conductas sobre las que se trataba de influir. Por ahí asomaba El Diego.

King no se privó de una queja por el primer gol del histórico partido. Era natural. Pero su referencia vívida, y admirativa, estaba en la magia del segundo, del que tenía una visión particular: la de una larga carrera en línea recta, donde el delantero no gambeteaba a los contrarios, sino que los llevaba a apartarse, como si le estuvieran abriendo el paso. Sea como eso haya sido en la cancha, el corolario de política económica era la “teoría maradoniana” de la tasa de interés, tal que el banco central operaría, no a través del efecto directo de cambios en sus instrumentos, sino vía inducción de expectativas. Maravilloso nuevo mundo, donde el público cumple los deseos de la autoridad sin que ésta actúe.

Pero pronto sobrevino la crisis, con su abrupto final de aquellas esperanzas. De cualquier modo, vale la pena leer el documento maradoniano aquí adjunto, especialmente por la prevención acerca de las pretensiones de certeza, aunque fuera probabilística, en el campo macroeconómico. En cuanto a la relevancia del 10 para la política económica, especialmente aquí cerca de casa, puede ser pertinente la respuesta de Maradona a la pregunta de Charly García sobre el título que le pondría al gol famoso: “¡Miré al arco y esquivé patadas!”

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