Por Martín Rapetti*
Domina por estos días la visión de que el gobierno logrará transitar los meses que le quedan sin mayores sobresaltos y que la economía que heredará la próxima administración se parecerá mucho a la actual. El próximo presidente enfrentaría entonces un cuadro recesivo (la actividad virtualmente estancada desde fines de 2011), inflación en el rango del 25-35% anual, déficit de cuenta corriente del orden del 1% del PIB pero reprimido, déficit fiscal en torno al 5% del PIB, precios relativos desalineados (tipo de cambio real atrasado y tarifas de transporte y energía espectacularmente bajas), múltiples tipos de cambios flotantes producto del “cepo cambiario” (blue, contado con liqui) y default selectivo de la deuda pública externa. Socia de este pronóstico es la idea de que estos desequilibrios no dispararán comportamientos disruptivos en el sector privado durante los meses venideros porque los actores anticipan que el próximo gobierno se encargará de resolverlos.