* Esta es la tercera de una serie de notas introductorias a la Bioeconomía *
Por Guillermo Anlló*
Este tercer post continúa la idea sobre lo relevante que fue para la evolución de la humanidad la domesticación de lo biológico, y los desafíos del aumento demográfico para los próximos 50 años, y cómo la Bioeconomía surge como respuesta.
Justamente, el incremento demográfico y la posibilidad de sostenerlo en el tiempo –es decir, el desafío de que el mundo pueda albergarnos a todos- supo ocupar la preocupación de las poblaciones y agendas de gobierno en varias épocas a lo largo de la historia. La anteúltima podría rastrear su origen en la posguerra, alcanzando su máxima expresión con el Club de Roma y sus derivados a partir de los sucesivos episodios de las crisis del petróleo. Hoy, ante las nuevas proyecciones de crecimiento demográfico, y las evidencias de cambios en la naturaleza, nuevamente vuelven a sonar voces de alerta. La gran diferencia, quizás, es que existen respuestas tecnológicas a los desafíos de crecimiento, las que deberán ser acompañadas de cambios socio-políticos para poder garantizar un futuro sustentable para todos. Es así que los gobiernos andan agitando como respuesta y solución a los desafíos la noción de “Bioeconomía”. Pero, ¿qué es la Bioeconomía? ¿Es algo nuevo?
Hurgando en la historia -con toda la discrecionalidad que este tipo de ejercicios pueden suponer-, se puede rastrear el origen del término “Bioeconomía” a fines de la década del 50 y a Nicholas Georgescu-Roegen como su autor.
Georgescu fue un matemático y estadístico reconocido, de origen rumano, que se exilió en EEUU con la llegada del comunismo a su país –como tantas otras historias parecidas-. Discípulo de Joseph Schumpeter, rechazó el abuso de los modelos y formalismos matemáticos en la economía moderna –se puede agregar que su determinación no era antojadiza, ya que su amigo y premio nobel de economía, Paul Samuelson, lo describe como «el erudito de entre los eruditos, el economista de entre los economistas»-. Inmerso en la intensa toma de conciencia ecologista de los años sesenta, se hace cada vez más crítico con la teoría neoclásica, al grado de sostener la afirmación de que el mercado libre es incapaz de llevar a cabo un reparto justo y racional de los recursos naturales entre individuos, naciones y generaciones. Para él, el proceso económico es una extensión de la evolución biológica y se erige así como precursor de la reinscripción de la economía en la biosfera y el largo plazo, pilares de la «economía ecológica» o «bioeconomía». Es importante rescatar que su visión deviene de su experiencia de vida en el campo en su país, donde claramente comprende que los tiempos biológicos ligados a la agricultura no tienen nada que ver con la temporalidad conque se maneja la teoría neoclásica en la economía y sus agentes racionales. La producción industrial y la agrícola difieren, básicamente, en que esta última se encuentra mediada/determinada por los tiempos biológicos, que impiden administrar “racionalmente” la producción.
Su más conocida obra, La Ley de la Entropía y el proceso económico (Georgescu-Roegen, 1971 [1996]), sienta las bases para fundar una nueva corriente de pensamiento, que será conocida como la Bioeconomía. En una síntesis escueta –y bastante pobre- sobre sus argumentos, podemos decir que él comprendía que en toda la discusión sobre la economía y los debates de desarrollo no se tenía presente la dificultad intrínseca para garantizar la sustentabilidad del crecimiento y desarrollo continuo de la humanidad, a partir de no evaluar la condición de entropía [1] del sistema. Es decir, así como en la física, el propio sistema de crecimiento capitalista no preveía el agotamiento y limitante de los recursos naturales, lo que significaba una barrera ineludible a toda posibilidad de desarrollo infinito.
Con una visión un tanto fatalista –ya que, en apariencia, no hay mucho margen para modificar el sendero- esta posición acerca de la Bioeconomía comprende que, ante una oferta limitada de recursos de origen biológico, la demanda debe modificar su conducta para adaptarse a esa realidad –o perecerá en el intento-. Pero, ¿Y si existe margen para modificar la oferta? ¿Es cierto que tenemos que resignarnos a pensar que la oferta es un dato? En la actualidad existe la presunción –al menos eso surge de los distintos escritos que están circulando sobre el tema- que los desafíos están hoy mucho más vigentes que antes (el incremento poblacional antes mencionado, con todas las consecuencias que eso conlleva, y la aparente irreversibilidad del hecho), forzando a que la demanda, tal cual viene siendo, deberá modificarse. Pero, al mismo tiempo, también existen voces optimistas que plantean que hay una posibilidad de responder –al menos, a una parte- del incremento de la demanda con un incremento de la oferta, y la clave para esto pasa por la biotecnología. Lo que, seguramente, será la próxima revolución tecnológica. Desde este lugar, hoy se visualiza –y vuelve a ponerse sobre la mesa- a la bioeconomía como una oportunidad, no sólo para dar respuesta a esos desafíos, sino como una opción de desarrollo y mayor bienestar para la población en general.
De este modo, la OECD plantea que la bioeconomía puede ser pensada como un mundo donde la biotecnología contribuya con una parte importante del PBI global; donde, esta bioeconomía que está naciendo, tienda a ser global y estar guiada por los principios de desarrollo sostenible y sustentabilidad ambiental. Finalmente, agrega que la bioeconomía involucra tres elementos: el conocimiento biotecnológico, la biomasa renovable y su integración a través de sus diversas aplicaciones.
Y, las posibilidades de avance y áreas involucradas –al menos, es lo que hoy se vislumbra- donde la biotecnología tiene conocimiento que aportar para atender los desafíos bioeconómicos, son: la producción de recursos renovables de origen biológico (seguir llamándolo producción primaria parece quitarle trascendencia a la incorporación de conocimiento y cambio tecnológico que está llevando adelante); el sector de la salud y la producción industrial. Al mismo tiempo, las tendencias futuras que despiertan señales de alerta no impactarán de igual modo en las áreas mencionadas: El incremento de la población y los niveles de ingreso caerán con mayor fuerza sobre los recursos renovables; los cambios demográficos –especialmente en los países desarrollados- demandarán mayor atención sobre el sector salud; y el cambio climático y desafíos ambientales afectarán, por un lado, la agricultura, pero, sobre todo, deberán actuar sobre la producción industrial y su accionar contaminante.
Por eso es sumamente relevante comprender qué desafíos son los que se vislumbran en el horizonte para continuar el desarrollo, y qué respuestas pueda brindar la biotecnología y otras nuevas formas de organización productiva. La bioeconomía –que será la nueva moda, los próximos años- plantea el estudio de estas cuestiones.
[1] La segunda ley de la termodinámica, donde la entropía representa una medida de la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema o materia, expresa que la cantidad de entropía de cualquier sistema aislado termodinámicamente tiende a incrementarse con el tiempo, hasta alcanzar un valor máximo.
*Lic. en Economía (UBA, 1996), Magister en Ciencia, Tecnología y Sociedad (UNQ, 2004), Doctorando en Ciencias Políticas (UNGSM, Tesis pendiente). Docente/investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política- UBA/CONICET (IIEP) y Sub-director de las Maestrías en Economía y Relaciones Económicas Internacionales en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (FCE-UBA).