Por Oscar Cetrángolo*
¿Es alto el nivel de gasto público? ¿Cuál fue su evolución? ¿Cuál es el grado de apertura de la economía? ¿Es la presión tributaria la más alta de América Latina? ¿Cuánto subió en los últimos veinte años?
Estas son solo algunas de las preguntas que los argentinos quisiéramos (necesitamos) poder responder, pero no podemos. En todo caso, requiere de aclaraciones metodológicas tan absurdas que nuestro interlocutor, sea alumno, colega del exterior, vecino o primo, pierde el interés en la respuesta, que nosotros mismos dudamos en creer.
Lo cierto es que a la desconfianza sobre el nivel y evolución reciente del producto nominal (y también real) se suma la publicación de una nueva serie (base 2004) que, además de no despejar las dudas sobre la calidad de las estadísticas oficiales, no presenta el empalme con las series anteriores. Es así que las preguntas sobre la evolución de variables macro con relación al producto no pueden ser contestadas; las que se refieren a sus niveles y comparación internacional son contestadas con reparos sobre su confiabilidad, y ni que hablar sobre la imposibilidad de analizar la composición de la oferta y demanda global.
El debate sobre la política económica futura en Argentina se ha convertido en un divague sobre eventuales senderos sin puntos ciertos de partida. El futuro gobierno va a tener que extremar su imaginación para comenzar a corregir los problemas económicos en ausencia de buenos diagnósticos, lo que, esperemos, presione para una rápida solución de la necesaria reforma del INDEC. Han pasado cinco años desde el informe elaborado por la UBA al respecto y la situación dista mucho de mostrar mejoras.
En el entretanto, es necesario discutir qué información es la más confiable para obtener una serie de PIB que, al menos, nos permita tener una idea aproximada de donde estamos parados. Es importante tener en cuenta que la serie a utilizar debe poder usarse como denominador de variables sobre las que cada uno de nosotros pueda arriesgar una opinión sobre lo razonable que resulta su evolución en relación al producto.
Aun cuando la serie es antigua, parece ser que la base 1993 puede ser usada (o es la mejor alternativa existente) hasta el año 2006. A partir de ese año, la evolución del volumen físico puede seguirse de acuerdo con el cálculo de producto en moneda constante que, realizado por Arkems, goza de credibilidad y llega hasta el año 2013. Nuevamente el problema es conseguir un indicador confiable de la variación en los precios desde el año 2007. Ahí debemos separar el índice a aplicar sobre el consumo privado del resto. Para el consumo privado, parece ser que la mejor opción disponible es el promedio de los índices de precios al consumidor elaborados por 9 provincias y recopilados por CIFRA, CTA. Para el resto, ante la ausencia de mejor alternativa, se utilizaron los índices de precios implícitos del propio INDEC, base 2004. En el cuadro 1 se ofrecen los índices utilizados y el cálculo alcanzado al que denominaremos “alquimias” (nunca más apropiado el nombre).
Cuadro 1
Evolución del PIB con diferentes bases y series utilizadas para la estimación propia
Fuentes: INDEC, Arklems y CIFRA-CTA.
Como se adelantó, con el objeto de testear la calidad de esta estimación (que se sabe provisoria y se espera no requiera ser usada durante mucho tiempo) hemos construido la serie de presión tributaria total para el período 1993-2013. En el gráfico 1 se puede observar la evolución de la carga tributaria utilizando las bases 1993 y 2004 del INDEC y la aquí presentada (“Alquimias”).
En primer lugar, la trayectoria de la carga tributaria total, tomando como referencia el PIB base 1993 se ubicaría, en el año 2012 (último disponible) en 37,4%, el nivel más elevado de América Latina, no muy lejano a países de Europa y un 85% superior al de dos décadas atrás. Resulta muy poco creíble y, si alguien lo creyera, debiera poder explicar cómo hicimos para ser tan eficientes en el combate contra la evasión y tan ineficientes en el uso de semejante masa de recursos.
En segundo término, la carga tributaria total como porcentaje del PIB base 2004 nos ofrece una imagen más confiable de la situación actual. En el 2013 alcanzaría un valor de 31,1%, el más alto de la historia argentina, pero más fácil de aceptar que los 37,4 del párrafo anterior. No obstante, para llegar a aquel valor, se parte de un nivel extremadamente bajo en el año 2004 (22% del PIB), aun cuando ya se contaban con los recursos extraordinarios logrados a la salida de la crisis del 2001, con el protagonismo de los derechos de exportación.
Por último, utilizando el “PIB Alquimias”, la presión tributaria sigue una trayectoria más fácil de comprender, según la cual los recursos se incrementaron algo más de 11% del PIB entre 2002 y 2013 en una trayectoria que reconoce tres etapas bien diferenciadas. Una primera inicial (2002-2003) donde la introducción de nuevos impuestos de fácil administración durante la emergencia (fundamentalmente derechos de exportación e impuesto al cheque) permitió un crecimiento de 3,5% del PIB. En un segundo momento (2003-2007), donde la recuperación económica, ciertos cambios normativos y las mejoras administrativas permitieron un incremento del 4,5% en la recaudación, básicamente, de los impuesto tradicionales preexistentes (IVA, Ganancias, Derechos de importación, Contribuciones para la Seguridad Social, Ingresos Brutos). Finalmente, el incremento posterior al año 2007 resulta casi exclusivamente explicado por el incremento de cargas sobre los salarios derivada de recomposición de alícuotas, eliminación del sistema de capitalización, moratoria y crecimiento del empleo formal y salario real.
Gráfico 1
Recaudación tributaria total (Nación y provincias),
como porcentaje de diferentes mediciones del PIB
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Cuadro 1 y Secretaría de Hacienda.
De lo anterior se desprende que la medición del PIB nominal aquí presentada permite una lectura bastante razonable de lo sucedido en materia tributaria. Sin duda, otros economistas podrán ensayar argumentaciones similares para variables correspondientes a su especialidad. En ese sentido, los comentarios adicionales a esta aproximación serán no solo bienvenidos sino necesarios.
Quisiera insistir en que no tenemos aquí la pretensión de reemplazar el trabajo imprescindible de los expertos en cuentas nacionales que, a su debido momento, deberán revisar y dar a conocer estadísticas técnicamente sostenibles y confiables. Sólo estamos tratando de introducir un cálculo provisorio que nos permita seguir debatiendo sobre política económica argentina y, al mismo tiempo, reforzar el llamado de alerta sobre la necesidad de recuperar lo antes posible la tradición perdida de construcción de buenas estadísticas.
Si estamos viviendo un período donde el papel de la información es estratégico para el desarrollo de una sociedad, un Carlos Pellegrini moderno tal vez podría decir que sin estadística no hay Nación.
*Es profesor titular regular de Finanzas Públicas en la FCE, UBA; Director y docente de la Maestría en Economía de la misma facultad. Es Investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP-Baires) y miembro del CIDED, UNTREF.
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